domingo, 9 de mayo de 2021

No es lo mismo.


Estaba con mi sobrino.

Mi sobrino pequeño, digamos.

Y es que viene cada cierto tiempo a casa.

A veces a pedir algo.

Alguna golosina, mayormente.

Otras, le gusta que lo sienten al piano o simplemente recorrer el lugar,
moviendo algunas cosas.

Le gusta mover cosas.

Cuando no lo observo, le gusta mover cosas.

También, por cierto, le gusta la leche helada.

Y el chocolate.

Extrañamente, sin embargo, no le gusta la leche con chocolate.

Intenté hablar con él, pero no entendía mis argumentos.

Le mostré la leche y el chocolate, por separado, y luego intenté mezclarlo, para que entendiera.

Pero en vez de entenderlo, se enojó.

No es lo mismo, me dijo.

Discutí con él un poco, pero no cedió.

Entonces nos sentamos frente al piano, a golpear algunas teclas.

Ninguno de los dos, por cierto, sabe tocar piano.

Mientras tocábamos me paré un momento para tomar, yo mismo, la leche con chocolate.

Luego salió, mi hijo, de su cuarto.

Se sentó con mi sobrino, a tocar piano.

Mi hijo sabe un poco, al menos, aunque no practica.

Hace años no practica, con el piano.

Le ofrecí leche con chocolate, a mi hijo, mientras tocaba.

Me dijo que no, o que después… no recuerdo.

Mi sobrino me miró y repitió que no era lo mismo.

Lo pensé un poco, mientras observaba la escena.

Comprendí, entonces, que tenía razón.

Y un vaso se quebró, en la cocina, sin que nadie lo tocara.

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