viernes, 20 de diciembre de 2019

Un profesor inflando un globo.


I.

Era un profesor bajito, muy nervioso. A mí no me hacía clases, directamente, pero lo veíamos siempre en los recreos. Por lo general, había un grupo de estudiantes que iba cerca suyo haciéndole alguna broma, o invitando a otros alumnos, para que conocieran cómo actuaba, y pasaran un buen rato.

Fue en ese contexto que me llevaron donde el profesor y me dijeron que le pidiera que inflara un globo. Que inventara que era para un trabajo y que luego pusiera atención. Lo encontré algo absurdo, por supuesto, pero ya me habían contado cosas sobre él y quería saber si era cierto, así que hice tal cual como me dijeron.

El profesor entonces, amablemente, tomo el globo y comenzó a inflarlo. Observé así como el globo iba creciendo hasta que llegó a su límite, sin que el profesor disminuyese el ímpetu con que soplaba. Por lo mismo, pasados unos segundos, el globo reventó, mientras el profesor seguía inflando.

-Disculpe -me dijo entonces, visiblemente apenado-. Siempre me pasa cuando inflo globos… lo había olvidado.

Los que me habían llevado ante él rieron y yo quedé extrañado. Al parecer siempre le pasaban cosas de este tipo y él se mostraba incómodo… avergonzado de aquello. Lo del globo, de hecho, supe después, constituía algo así como un clásico, y ya se lo habían hecho al menos unas tres veces.

-No se preocupe -le dije, arrepintiéndome un poco-. A mí también me pasa…


II.

Pasado el incidente, comencé a estar más atento y lo observaba en los recreos, para ver que otra cosa sucedía y tratar de entender algo, de todo aquello.

Fue así hasta que un día, en que el profesor terminó cortándose con unas tijeras, me acerqué hasta los que lo molestaban y los amenacé, para que detuviesen aquello.

-A él no le hace mal -contestaron secamente, sin tomarse en serio mi amenaza.

-Tampoco le hace bien -dije yo, sin ceder en lo absoluto.

No golpee a nadie ni me golpearon así que todo eso quedó ahí, como una situación más, casi intrascendente.

El profesor, en tanto -que se había ido a lavarse la herida mientras yo hablaba con los otros-, dejó de ir al colegio días después, sin dar explicación alguna.


III.

Corrieron distintos rumores sobre el profesor, luego que se fuera.

De entre ellos, comenzó a tomar fuerza uno que decía que había sido internado, por graves problemas sicológicos.

Yo se lo pregunté directamente a unos profesores, con quienes tenía confianza y me lo confirmaron.

-Un hermano del profesor vino a avisar -me dijeron-, y ya no volverá al colegio.

No pregunté más porque no sabía bien qué preguntar y supongo que también porque en el fondo no soy bueno.

Por otro lado, como me veían siempre con libros, esos mismos me entregaron uno que el profesor había dejado olvidado en el casillero.

Era una edición vieja de Al este del Edén, de John Steinbeck.

Fue el primer libro que terminé de leer y no supe darme cuenta que había terminado.

Igualito que el profesor con el globo, dirá el lector atento, aunque no es solo eso.

Definitivamente, no es solo eso.

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