lunes, 23 de diciembre de 2019

Un juego nuevo.


Vi a los niños jugando a un juego nuevo. Creo que consistía en esquivar las cosas. Habían llenado de esas cosas el patio y caminaban entre ellas. Iban conversando, mientras caminaban, fingiendo que no prestaban atención al entorno. Caminaban rápido, sin chocar ni pisar nada. Me acerqué para verlos y escuché que hablaban del trabajo. De sus supuestos hijos. De las obligaciones en sus casas. Fingían ser adultos, en su juego, comprendí. Se quejaban por el precio de la bencina, por la política actual y por la mala gestión de la profesora de sus hijos. Decían también que ya no sentían lo mismo que antes por sus esposas o esposos y que volver a casa, cada día, tenía un toque amargo. No tocaban nada, mientras caminaban. Eran buenos para el juego, y caminaban rápido. Uno comentaba que el auto estaba en el mecánico. Que se había manchado porque habían atropellado un perro al salir apurado, a trabajar. Escuché a otro decir que se había divorciado dos veces. Que había engañado a la primera esposa con la segunda y viceversa. El tiempo pasaba mientras jugaban y nadie chocaba con las cosas.  Parece que nos vamos morir en este juego, dijo uno, sin tocar nada. Los otros asintieron. Bajaron la velocidad poco a poco y volvieron a parecer niños. Se detuvieron, finalmente, en medio de las cosas. Todos habían ganado, pero se miraban como si el juego hubiese sido un fracaso, o no hubiese tenido un mayor sentido. Por un momento pensé que iban a patear todo y destruir lo que había, pero finalmente se rieron, relajados. Dijeron que era suficiente por hoy. Que mañana jugarían otro juego. Se despidieron y se fueron, simplemente, segundos después. Yo me quedé, observando las cosas. Pensando si debía recogerlas o no. Cuestionándome sobre mi rol, me refiero, en todo esto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales