lunes, 9 de diciembre de 2019

Cuestión de perspectiva.


Era un pueblo pequeño. De esos que tienen un único camino, para entrar o salir de él. Trescientos habitantes, aproximadamente. No más de ciento veinte casas y una plaza. Y en la entrada, un pequeño letrero con el nombre del pueblo, junto a una pequeña estatua que dieron de baja en una ciudad más grande, y que alguien decidió llevar hasta aquel lugar, por una razón desconocida.

Juan vivió en aquel pueblo. Por casi doce años ocupó una pequeña cabaña al comienzo del camino. Vivía gracias a la indemnización que le pagaba una minera ya que había perdido la movilidad de una pierna y un brazo, luego de un accidente en un camión. Colaboraba además con escritos que enviaba a un periódico regional y a veces inventaba pequeñas noticias que supuestamente ocurrían en su pueblo. Un intento de robo en la parroquia, una intoxicación alimentaria o la captura de una rata con dos cabezas que habría sido enviada hasta una universidad de prestigio, en la capital.

Todo era mentira, por supuesto, pero ningún vecino se mostró molesto nunca, ya que era la única forma de ver escrito el nombre del pueblo en el periódico que enviaban cada semana, desde la municipalidad. De hecho, existía entre los habitantes cierta complicidad, que los llevaba a hablar de los sucesos descritos en el periódico como hechos reales, agregando detalles y nuevos testimonios a la noticia original.

Durante los días en que visité el pueblo, por ejemplo, varias personas hablaban de un humo amarillo, que habría estado presente en el pueblo durante el mes anterior, como neblina. De hecho, pensaron que yo era alguien que habían enviado para investigar aquel fenómeno, sobre el que habían publicado unas columnas, un par de semanas atrás. Yo no quise contradecirlos, ciertamente, aunque nunca afirmé ser aquello que ellos creían, mientras me daban detalles de este fenómeno y se contradecían explicando el olor que emanaba de este humo, o el cambio de temperatura que habría habido durante esos días, en el lugar.

Fue así que me llevaron con Juan, a su cabaña que estaba al comienzo del camino por el que entrabas o salías del pueblo. Él aprovechó entonces de mostrarme un gran grupo de recortes donde aparecían sus noticias. Y claro, para colaborar con él, confesé que había llegado al pueblo por una razón una mucho más oscura, cuyos detalles él cambió, por supuesto, hasta convertirla en la notica que apareció en los periódicos la semana entrante y que llevó a que me detuvieran unos días, esa vez, antes de regresar a Santiago.

Con el tiempo, supe que Juan dejó de vivir en aquel pueblo, justo antes de cumplir doce años en aquel lugar. Leí la noticia hace unos días en la versión digital del mismo periódico en que él colaboraba. Esta vez, era otro habitante del lugar quien hablaba de su extraña partida y agradecía además su labor periodística realizada durante largos años. No se habría despedido de nadie e incluso habría dejado la mayoría de sus cosas en la cabaña, pero al parecer ya había comentado con algunos que se iba a otro lugar. Acompañaba la noticia una foto de la cabaña de Juan, aparentemente abandonaba. Me sorprendió leer que la vivienda estaba en la salida del pueblo, pues siempre había considerado justamente lo contrario. Cuestión de perspectiva, sin embargo, nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales