sábado, 21 de diciembre de 2019

Esa planta no se toma el agua.


-Esa planta no se toma el agua -me dijo.

Yo fui a ver.

Era cierto.

La planta estaba en un macetero, en el borde de la casa.

Hacía calor, la planta aún estaba viva, pero no absorbía el agua.

-Espera -le dije-. Ya se la va a tomar.

Esperamos los dos, mirando la planta, varios minutos.

Todo seguía igual.

Ella le había echado agua que se acumulaba sobre la superficie, pero no era absorbida en lo absoluto.

-Ya ves que no se la toma -insistió ella.

-Tarde o temprano tendrá que hacerlo -dije yo.

Ella me miró y yo fui entonces por unas sillas.

Las puse cerca de la planta.

Nos sentamos a observarla.

No entendía que sucedía, pero tampoco me esforzaba por entender.

Era una buena mañana, me refiero.

Había luz y habíamos pasado también una buena noche.

No había forma que una planta pudiese cambiar todo aquello.

-¿No te parece extraño? -preguntó ella.

Yo le sonreí, pero no contesté.

-Incluso si solo hubiese tierra en la maceta… -insistió-, el agua debiese bajar…

-Si el agua debe bajar va a terminar bajando -dije yo-, no hay apuro.

Ella me miró entonces mientras yo me hacía el desentendido, buscando algo para cambiar de tema.

-A lo mejor tampoco está queriendo recibir el sol -dijo ella.

-Voy a preparar el desayuno -señalé, poniéndome de pie-. ¿Tuesto el pan…? ¿Preparo huevos?

-Mejor con mermelada -dijo ella-. Al menos para mí…

Estuvo unos minutos más frente a la planta, pero luego entró a la casa y comenzó a poner la mesa.

-¿Nos duchamos juntos después? -le pregunté.

Ella dijo que sí, mientras se sentaba.

Sirvió café, para ambos.

También jugo de naranja.

Yo me senté frente a ella y repartí las tostadas.

Nos miramos, antes de comer.

Ninguno de los dos parecía querer comenzar, primero que el otro.

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