miércoles, 4 de diciembre de 2019

Ninguna máquina.


Ninguna máquina.

Ninguna máquina produce.

Ninguna máquina produce lo mismo que consume.


El corazón, sin embargo.

El corazón, sin embargo, como máquina.

El corazón, sin embargo, como máquina, puede ser una excepción.


No lo pienso como músculo.

No lo pienso como músculo, ni como motor.

No lo pienso como músculo, ni como motor, ni como órgano.


La sangre.

La sangre, mientras escribo.

La sangre, mientras escribo, sabe ciertamente de qué hablo.


¡Pobre sangre…!

¡Pobre sangre y pobre mundo…!

¡Pobre sangre y pobre mundo y pobre corazón…!


No sabrían decir.

No sabrían decir, aunque pudieran.

No sabrían decir, aunque pudieran, aquello que comprenden.


Triste es el niño que en la arena.

Triste es el niño que en la arena juega con arena.

Triste es el niño que en la arena juega con arena y nada más.


De esta forma caen las palabras.

De esta forma caen las palabras en el texto.

De esta forma caen las palabras en el texto y nadie las recoge.


Mi sangre.

Mi sangre y tu sangre, mientras escribo.

Mi sangre y tu sangre, mientras escribo, saben ciertamente de qué hablo.


Y es que ninguna máquina.

Y es que ninguna máquina produce.

Y es que ninguna máquina produce lo mismo que consume.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales