-¿Y entonces qué me recomiendas que haga?
-¿Sinceramente?
-Por supuesto.
-Que dejes de insistir.
-¿No crees que tenga opción…? El otro día me dijo
que era perfecto.
-Te dijo que eras un perfecto imbécil.
-La perfección es siempre la perfección… al menos
me asocia a esa idea…
-Supongo que estás bromeando.
-Un poco… pero de todas formas dejar de insistir no
es una de mis opciones…
-¿Y cuáles son tus opciones?
-No sé… no las veo bien… por eso te pregunto.
-Pues yo creo que tu única opción es hacer algo con
sentido, o con la posibilidad de un sentido…
-¿Acaso todo no puede llegar a tenerlo…?
-No. Todo no. Hay cosas que a priori ya están
desprovistas de aquello.
-¿Cómo qué?
-No sé, depende de cada uno, supongo…
-¿De cada uno? ¿Acaso el sentido de algo no trasciende
a cada uno?
-Quizá, pero me refiero a que solo puede llegar a
tener sentido aquello que es profundamente necesario… y esa necesidad cambia de
persona a persona…
-¿Y si hubiesen personas que no sintiesen nada profundamente necesario?
-¿Qué pasa con eso?
-¿Acaso esas personas no tendrían posibilidad de
adquirir sentido?
-No, sería al revés, el sentido mismo sería
entonces su necesidad.
-Pues esa es una lógica imbécil.
-¿Perfectamente imbécil?
-Puede ser…
-Entonces es perfecta… la perfección es siempre la
perfección, ¿no recuerdas?
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