viernes, 21 de noviembre de 2014

Destapo una Coca Cola.

“-¿Cuánto hace que llegaste, soldado?
-No estoy aquí, sargento. Estoy en Cheyenne, Wyoming.”
Max Fischer, Heaven & Hell


Destapo una coca cola y lleno un vaso.

La bebida está helada y el gas hace que, por un momento, más de la mitad del vaso esté ocupado por burbujas.

Lo observo.

La bebida se aquieta entonces y yo la tomo, a sorbos.

Me siento como si estuviese en un comercial.

A un costado, un libro de Foster Wallace y unos cuantos Nick Fury dibujados por Steranko.

El libro de Foster Wallace es La niña del pelo raro.

No en este libro, sino en otro, Foster Wallace proponía que nuestra adicción por la tv (un par de décadas atrás, claro), se debía principalmente a que es prácticamente lo único que nos entrega algo sin pedirnos absolutamente nada.

Y es reconfortante que algo no exija nada a cambio.

En ese mismo sentido, lo admito, hasta el peor de mis escritos no llega a ser como la tv.

No profundamente, al menos.

Lleno otro vaso, con coca cola.

No sé por qué recordaba la observación de Foster Wallace.

Es decir, pagué por ese libro, por las revistas de Steranko, por la bebida y hasta por el vaso.

Ahora escribo este texto.

Usted, en cambio, lo verá en pocos minutos más, o en unos días, o tal vez años.

Tal vez piense entonces que, de todas formas, yo soy como la tv.

Pero claro, estará usted profundamente equivocado.

2 comentarios:

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