Usted no entiende. Yo hablo de largometrajes. Tres,
para ser preciso. Baratos de hacer. Sencillos. En el primero, por ejemplo, un
hombre ordena una biblioteca. Una biblioteca propia, por cierto, en su propia
casa. Esto es importante porque el ordenar debe ser parte de su vida. De hecho,
es la única parte que se muestra. No habrá referencias a trabajo, ni relaciones,
ni nada extra... Imagine el ahorro en actores. Escenas breves donde ordena la
biblioteca. Entrecortadas. Sumadas. Sin explicaciones, pero con un enfoque
preciso. Un encuadre que permita ver los movimientos de la biblioteca. Porque
claro, a la larga podrá verse que esa biblioteca está viva. Tiene nombres,
formas, imágenes. Él la mantiene viva. Le busca la forma. Como quien ordena la
almohada hasta sentirse cómodo. Solo que acá no es solo comodidad. Debe existir
una forma perfecta que no se da. Que no aparece. Son escenas cortadas de
distintos días, pero respetando el orden del día. De la mañana a la madrugada,
me refiero. Imagínese, el hombre se prepara un café, pero de paso cambia de
lugar un libro. Escucha música y de pronto ordena otro. Y claro, al final es de
noche y el hombre debe dormir. Pero la biblioteca queda ahí, como una pareja
que duerme de espaldas uno al otro. Uno pendiente del otro, sin embargo. Sin descanso
pleno… ¿Espectacular, no cree? Pero no diga nada todavía. Déjeme contarle de
qué va el segundo. Quiero a un hombre leyendo un libro. O una mujer, para
variar, no sé. El punto es que no sea expresivo. Que avance las hojas, que esté
atento o atenta… pero nada de emociones. Quiero a esa persona sentada o parada
y caminando, pero siempre en un mismo espacio. Cerrado. Con una ventana por la
que de vez en cuando se ven cambios de luces, pequeños movimientos. Nada de
música especial salvo algunos sonidos típicos. Un auto, quizá… el ladrido de un
perro. Eso. Lo quiero en tiempo real, que no pierda nada… Y que se llegue al
final de libro. He pensado en Humillados
y ofendidos, de Dosto, pero estoy dudando un poco. Aunque creo que algo de
Dosto está bien. Tomas cerradas al final. Desencuadres. Trozos de piel… una
cortina… cosas así. El final es el
término del libro, por supuesto. Eso y once segundos más. Nada más... ¿Se
entendió, cierto…? ¡Espere…! Mejor hágase la idea completa y escuche como es el
tercer largometraje. En este hay más trama. En el sentido convencional, me
refiero. Mucha más trama. Y es que de cierta forma es una película de
espionaje. Casi convencional, diría… pero solo casi. Y es que el investigador
aquí es el único personaje. La cámara debe mostrarlo en su día a día. Desayuno,
buscando sus calcetines… esas cosas, ya sabe. Y claro, la foto de aquel a quien
busca en medio de todo eso. No lo quiero buscando, sin embargo. O sea buscando
sí, pero no al tipo. Quiero sus tiempos de regreso a casa. Su cansancio. La
anotación de pistas. Mirar la foto mientras ordena sus ropas y plancha una
camisa porque de hecho el hombre vive solo. Lo quiero extraviando las llaves,
un poco torpe cambiando una ampolleta. Viendo televisión mientras hace su
rutina propia. Y bueno, al final debe darse por entendido que atrapó al tipo. O
lo encontró. Cierra una carpeta. Guarda la foto. Lo importante sin embargo es
dejar la sensación de duda. Quiero verlo pensar que quizá él estaba siendo
buscado. O no buscado tal vez… pero quiero que se dé cuenta que él también está
extraviado. Lo quiero pensando eso en la escena final, con el televisor
desenfocado emitiendo un programa de concursos. Eso y las letras sobre las
imágenes de la escena, que sigue rodando… ¿No es maravilloso? ¿No piensa que se
trata de una superación del cine actual…? ¿Qué…? No… espere. Lo que pasa es que
usted no entiende… Déjeme plantearlo de otra forma… Verá…
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