sábado, 15 de febrero de 2014

No hay necesidad de ser alguien.


“No hay necesidad de pertenecer a ninguna cosa,
ni de ser alguien”.
Juan Emar.



Descubrieron en mi trabajo que firmo con otra firma.

Es decir, como nadie se fija, y yo la cambié en el registro civil, nunca hubo problemas.

Eso se traduce en liquidaciones de sueldo de hace cuatro años, aproximadamente, firmadas de otra forma.

Parece que tiene cierta gravedad.

Así, ante el llamado de gerencia para tratar el asunto existían dos caminos.

A) Decir que olvidé el cambio de firma pues había utilizado la otra por años y nunca lo recordé.

B) Intentar explicar que mi firma en las liquidaciones es algo que me nace hacer, como signo de libertad, y de separar mi trabajo del dinero que recibo por hacerlo, entre otras cosas.

Analicé la situación y determiné un par y medio de cosas.

1. A pesar de lo absurdo de la primera alternativa sé que es algo que creerán fácilmente, pues mi historial de despistes es alto y además, siendo profesor, constantemente estamos utilizando firmas alternativas para revisiones rápidas u otros fines.

2. Los problemas legales los complican más a ellos que a mí, pues fueron ellos, en definitiva, quienes aceptaron mi firma al momento de habilitar el pago.

3. Intentar desarrollar mi explicación sobre el punto B probablemente resultaría complejo, pudiendo incluso derivarse en opciones de tratamiento psicológico que busquen interpretar mis constantes desafiliaciones a diversos sistemas y/o instituciones con las que forzosamente, por momentos, me veo involucrado.

Con todo, repaso en mi mente mil discursos para validar el punto B, emocionándome incluso cuando señalo argumentos en los que creo profundamente y que, más allá de los actos que uno sigue realizando casi de forma automática, había olvidado.

En resumen, después de airear un poco mis raíces y buscar la solución más sensata, creo que llegué a una posible solución que nadie podría reprochar (salvo yo).

Iré mañana y comunicaré la razón A, para solucionar con mi empleador el problema de forma rápida y eficiente.

Luego, iré al registro civil y sacaré un nuevo carnet de identidad cambiando la firma, para no sentirme atado a la hoja esa llena de números, cuando me toque firmar nuevamente.

Estoy prácticamente sobrio y doy fe que esa es la decisión más racional y sensata que estoy en condiciones de tomar.

Me siento cobarde, es cierto, pero creo que hoy le he dado cabida a mi sentido común, que tenía casi olvidado.

No soy un héroe, lo admito.

De todas formas, Álvaro Yáñez Bianchi, tampoco lo era.

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