En un bar de Las Vizcachas se presenta un tipo que,
según el anuncio, “imita y supera” a Chet Baker. Creo que va una vez al mes y
apareció unos minutos en televisión, según me cuentan.
La invitación me la hace una conocida que trabaja
en la embajada de Francia con quien suelo intercambiar películas.
Esta vez ella me trae unas de Teshigahara y yo le
llevo unas de Agnès Varda.
Además me trajo de regalo un vino.
Luego pedimos una botella y algunas cosas para
comer.
Y claro… llegó entonces el imitador y superador de
Chet Baker.
Era colorín, bajito y andaba de buzo, con una trompeta
en la mano.
-¿Ese hueón es? –pregunté.
Ella no me respondió.
Entonces el tipo se puso detrás de un biombo. Se
apagó la música grabada y se escuchó como comprobaba el sonido de la trompeta.
La poca gente que había en el local aplaudió.
Tras el biombo se veía la sombra del hombrecito con
la trompeta.
Entonces comenzó.
Me parece que inició con Freeway y The Lady is a tramp.
Luego tocó algo que no reconocí.
-Suena igual –dijo la chica de la embajada.
Yo no contesté, pero era cierto.
De hecho, sonaba exactamente igual a las
grabaciones de estudio de esos temas.
Entonces sospeché.
-¿Cómo sabemos que está tocando? –pregunté.
La chica me miró.
-O sea… está detrás del biombo y no podemos ver…
-¿Qué bombo? –preguntó ella.
-Biombo… la tela esa, donde se ve la sombra… ¿qué
tal si la música está grabada?
-Oh…
-Además suena demasiado igual…
Entonces fue que comenzó a sonar Funny Valentine.
Solo trompeta, por supuesto… pero de pronto se escuchó la voz… imposible que
fuese tan igual… pero aún más imposible era que sonara la trompeta y la voz al
mismo tiempo.
-¡Qué farsa…! –comenté.
Le expliqué mis razones a la chica.
Decepcionados, llamamos a un garzón apenas terminó
la canción y le hicimos saber nuestras aprensiones.
-Tal como dice el anuncio, señor –me dijo el
garzón-, nuestro artista imita y supera
al músico original… es decir, toca la trompeta igual que él y canta igual que
él… pero al mismo tiempo…
Yo lo miraba, incrédulo.
-Sé que suena imposible –continuó el garzón-, pero
hace una extraña mueca y lo consigue…
-¿Y para qué es el biombo? –le pregunté.
-No hay bombo, señor, solo trompeta y voz…
-El biombo… -expliqué-, la tela esa que lo oculta…
-Ah… -agregó-, lo que pasa es que se ve tan
desagradable cuando lo hace que ponemos el biombo…
-Mmm… -dije yo.
El garzón se fue.
El artista
se tomó un descanso.
Me fijé entonces que el garzón se acercaba a hablar
con el imitador y le indicaba algo, apuntando mi mesa.
Entonces el cantante se acercó hasta donde
estábamos nosotros.
-¿Usted es el incrédulo? –me dijo.
-Eh… o sea… es que es raro, al menos… da para
sospechar… -me excusé.
-Ud. no sospecha, ud. esquiva… -me dijo.
-¿A qué se refiere? –pregunté.
-Que no duda de la verdad de las cosas, si no que
las evade… prefiere quedarse atrás del biombo… -me dijo.
-¿Atrás del biombo?
-Sí, de la tela esa que está allá…
-Sé lo que es… me refiero a qué es ud. quien está
atrás del biombo…
-¿Yo atrás…? ¿Y cómo sabe usted cuál es la parte de
atrás del biombo? ¿Tienen atrás y delante los biombos?
La situación estaba tensa.
Además era un tanto absurda.
La pareja de la mesa del lado nos miraba atenta a
nuestra discusión.
-Si quiere puede ir ud. del otro lado del biombo cuando
vuelva a cantar –me dijo finalmente-. Pero no creo que se atreva.
Y claro… apenas terminó la frase fue hasta su lugar
y comenzó una nueva canción.
Creo que era The
trill is gone.
-¿Vas a ir? –me preguntó la chica de embajada.
Yo no contesté.
Aunque claro, tampoco tenía ganas de ir.
Intenté entonces simplemente disfrutar la música y
confiar un poco.
Resultó a medias, pero al menos estaba tranquilo.
-¿Crees tú que soy yo el que estoy atrás del
biombo? –le pregunté entonces a la chica.
Ella se rio y me dijo que casi siempre sí, al menos
un poquito.
Luego siguió riéndose, un poco.
A mí también me contagió un poco, la risa.
-Biombo es una palabra chistosa… -dijo, riendo
todavía.
Entonces yo la miré reír, y observé a la gente en
el local, y hasta la sombra del tipo, tras la tela…
-Biombo… -dije-. Biombo…
Y claro… fue entonces que la palabra pareció perder
significado, mientras todo lo demás lo adquiría.
Volvió a sonar Mi
funny Valentine.
-Biombo –dijo ella, finalmente, sonriendo.
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