Esto de tener blog a veces juega en contra. Por
ejemplo, llegan a veces mails de personas que intentan contarte alguna historia
no sé con qué motivo. Y bueno… no es que me disguste leerlas, o escucharlas,
pero algunas me suenan a esas cartas a los periódicos, que piden consejo a un
supuesto doctor o lo que sea que suele darles una ayuda…
Por otro lado, debo confesar que cierto pudor me
impide no responderlas y en muchas ocasiones termino siendo poco sincero para
no herir susceptibilidades.
Hoy no.
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Estimado Vian:
Dicen que si en una película sale un revólver, esa
arma será disparada. Yo, sin embargo, guardo en mi casa un revólver desde hace
20 años. Lo sé, no vivo en una película, pero uno siempre espera, de cierta
forma, ser el protagonista de una… secretamente, me refiero. Así, cuando me
siento a veces lejos de la realidad, me acerco a mirar el revólver. Creo que es
buena terapia. Al no dispararse me dispara a mí, de regreso al mundo. Por lo
mismo, a veces me entierro en el mundo. Por la fuerza del disparo, si se
entiende. El revólver perteneció a mi padre y antes de él a mi abuelo. Ninguno
lo usó. De hecho, ahora que lo pienso, el revólver es lo único permanente en
esta familia. Bueno, eso, y que uno tras otro nos enterremos en el mundo. El
revólver está en un cajón, por cierto, junto a algunas herramientas. Sé que no
lo dispararé, por eso verlo me tranquiliza. Espero morir de viejo y que el
revólver permanezca ahí. Quizá tranquilice en el futuro a mis hijos. O a mis
nietos. Espero que ellos sean como yo, obviamente. Es bueno que haya algo que
nos regrese al mundo, ¿no cree?
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No. No creo. No en ese mundo, al menos.
Por otro lado…
(etc.)
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