martes, 1 de octubre de 2013

Un burro hablando de orejas.


I

Había una vez un pastizal donde comía un burro.

Sin hambre, incluso, pero comía.

Cuando un burro come sin hambre las orejas se le bajan.

Además se desgasta algo en el burro, cuando come de esa forma.

Con todo, el burro no se da cuenta, que algo en él se desgasta.

De hecho, el burro cree simplemente que es cuestión de digestión.

Además, cree que comiendo en mayor cantidad, volverán a levantarse sus orejas.

Y es que no es muy listo, el burro.


II

Otra vez, el burro, mientras comía, vio un pasar un hombre extraño.

Era un hombre que caminaba a traspiés.

Iba avanzando como si no supiese a dónde.

Y por un momento el burro pensó en invitarlo a disfrutar del pastizal.

Pero luego no lo hizo.

Entonces, instintivamente, el burro miró detenidamente las orejas de aquel hombre.

Y claro, intentó pensar.


III

Cuando intentan pensar los burros se marean.

Pero si intentan pensar en orejas, los burros se mueren de inmediato.

Les viene así como un infarto y quedan patas arriba.

Y dicen un par de frases antes de morir.

Este burro en cuestión dijo que los significados se extraviaban por los laberintos de la oreja.

Y también dijo que era un gran error, sin hambre, quedarse en el pastizal.

Nada más dijo.

Los burros mueren tranquilos si un hombre escucha esas frases.

Y hasta alcanzan la felicidad si el hombre que las escucha, también las comprende.

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