miércoles, 7 de agosto de 2013

Pájaros.

“Mejor no ver al frágil nadador,
o a los dos niños en su bote amarillo”
M. A.


Mirábamos los pájaros en la montaña.
Mirábamos los pájaros desde el jardín.
Mirábamos los pájaros tras la ventana.

Imaginábamos los pájaros tras las cortinas.
Imaginábamos los pájaros en las manchas de las paredes.
Imaginábamos los pájaros en la oscuridad del cuarto.

Mirábamos el reloj colgado en la pared.
Mirábamos la hora en que teníamos visitas.
Mirábamos el reloj descompuesto.

Un día, sin embargo, no estuvo la pared.
Un día, sin embargo, no estuvieron las cortinas.
Un día, sin embargo, las ventanas fueron abiertas.

Entonces, vimos entrar un pájaro en la habitación.
Entonces, vimos un pájaro chocar contra las paredes.
Entonces, vimos un pájaro detenerse sobre el reloj detenido.

Quisimos pensar en algo, pero no pudimos.
Quisimos sentir algo, pero no pudimos.
Quisimos decir algo, pero no pudimos.

Y claro: la oportunidad pasó y cerraron la ventana.
Y claro: la oportunidad pasó y cerraron las cortinas.
Y claro: la oportunidad pasó y voltearon la cama hacia la pared.

Ahora, nos dicen que nunca hubo ventanas.
Ahora nos dicen que nunca hubo reloj.
Ahora nos dicen que los pájaros no existen.

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