“En Roma,
en tiempos como estos,
llegaban los bárbaros”
L. M.
Todos esperaban platillos, pero llegaron en cohetes.
Igual que los nuestros, por cierto, hasta con banderas similares.
Y claro, en vez de seres verdes y de antenas, los seres que bajaron nos
resultaron familiares.
Misma estatura, mismas costumbres… y hasta mismo idioma.
Muchos pensaron, incluso, que se trataba de una farsa.
Su planeta, de hecho, era prácticamente igual al nuestro.
Y claro… todo salió en televisión.
Al principio fue un espectáculo sin precedentes.
Se hicieron presentaciones, entrevistas… documentales.
Pero todo resultó demasiado cotidiano, y el interés decayó rápidamente.
Las conclusiones, entonces, no tardaron en llegar:
Fue
como habernos visitado a nosotros mismos.
Una
copia tan perfecta que no valía ni siquiera asombrarse.
Así se zanjó el tema.
No hubo muchas preguntas y todo volvió a su cauce habitual.
De vez en cuando un viaje, es cierto.
O hasta un tratado de índole comercial.
Con todo, sus lugares turísticos y sus productos eran idénticos a los
que se hacían en la Tierra.
Y claro… el costo del transporte los encarecía de forma absurda.
Todo pareció, de esta forma, estancarse.
Y muchos olvidaron, incluso, lo ocurrido.
Entonces, los cohetes de ambos mundos decidieron dirigirse a lugares
desiertos.
Planetas sin vida, grupos de asteroides, satélites naturales.
Fotografiaron cráteres, tomaron muestras y encontraron grandes rocas.
Así, finalmente, todos volvieron a esperar platillos, o hasta a Dios… o
a su media naranja.
Hoy, ciertamente, seguimos esperando.
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