Me gusta el sector de los supermercados donde se
encuentran los jugos en polvo.
Me gusta observarlo, aclaro.
Y es que a veces los niños, desde los carros, extienden
sus manos hacia los sobres y alargan su cuerpo hasta, sin caer, perder el
equilibrio.
Debe parecerles un juego, pienso, el asunto de los
jugos en sobre.
Yo mismo, de pequeño, por ejemplo, recuerdo haber
intuido algo mágico en ellos.
Prepararlos, incluso, una vez en casa.
Verter el agua, me refiero, y observar cómo esta
iba tomando color a medida que revolvías.
Pero claro… acá hablaba del sector de los
supermercados y no de los jugos en sí.
Y ese sector me agrada, decía.
Y es que quizá sienta, pienso ahora, que esa magia
de los jugos en sobre, puede trasladarse también a otros ámbitos.
Objetos, sensaciones… y hasta recuerdos en polvo.
Mientras, sin embargo, me conformo con mirar hacia
el pasillo donde esos jugos se encuentran.
De vez en cuando llega un niño solo.
De vez en cuando una mujer mira los sobres un segundo
más de lo necesario.
Y sí… ellos parecen buscar algo, ahí, en ese
pasillo.
Así, de esta forma, debo reconocer que hasta creo
un poquito más, en los otros, mientras los observo frente a los jugos.
Un poquito de fe en polvo, tal vez.
Usted dirá.
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