miércoles, 14 de agosto de 2013

Ni perfecto ni clásico.


La verdadera antipoesía
surge cuando un amigo
te cuenta en medio de una borrachera
que abusaron de su hijo.

No importa el tono de voz,
o la palabra exacta
o la buena dicción...

Y es que importa, finalmente,
porque también tienes hijos,
y porque algo en el pecho se enreda
y asfixia
si pasamos sin más a otro tema
y dejamos el asunto tal cual.

¿Esperar la justicia?

¿Comprender el error…?

¿La enfermedad, incluso…?

Claro que se puede.

Pero hoy elijo no hacerlo.

Hoy me nace romper algo,
aplastar una cabeza en el pavimento
y guardar la poesía para otro momento.

Nada más nace, en este instante.

Y sí… puede ser un error.

Puede que traiga consecuencias.

Pero eso es algo en lo que no se piensa.

Así, la poesía hoy se la dejo a los delicados,
o a los que creen en la justicia.

Y es que quizá me equivoque,
o me arrepienta,
pero en definitiva,
romper una nariz,
o poner en sitio algunas cosas
es lo que necesito.

Y claro,
no es algo que haga por mí, finalmente,
-o no directamente, al menos-,
pero es sin duda
algo que viene a congraciarme
con algo propio
y ajeno al mundito de las letras.

¿Es eso la antipoesía?

Sinceramente no los sé

Es decir,
los golpes riman y hasta existe
en ellos
una métrica cuidada.

Nos soy perfecto
ni clásico…
ya ven.

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