Ella llegó tan borracha que no se dio cuenta que había llegado.
Preguntó por mi dirección y comentó algo que no comprendí, sobre
esperar un taxi.
Luego se sentó en un sillón y me pidió un vaso con agua.
La vi tomarse tres pastillas.
La vi dormitar un poco.
La vi despertarse sobresaltada.
Si vamos a tener sexo va a tener
que ser rápido, dijo, aún medio dormida.
Luego tengo que ir a ver a Vian,
explicó.
Entonces fue hasta el baño y dio el agua al máximo, para que no la
oyese vomitar.
No cerró la puerta, sin embargo.
Entonces, la vi enjuagarse la boca y cepillarse los dientes con un
dedo.
Ella tenía un cepillo en mi baño, pero claramente no entendía dónde
estaba.
Se mojó el rostro y se miró al espejo.
En tanto, yo la miraba a ella, desde la habitación.
Tuve que llamarla para que volviera en sí y viniese a sentarse conmigo.
Torpemente, entonces, ella se echó hacia atrás y levantó su vestido.
Luego separó las piernas.
Si vas a hacerlo hazlo, me
dijo. Ya te dije que debo ver a alguien.
Ella no estaba bromeando.
¿Vas a ver a Vian?, le
pregunté. ¿Acaso no me parezco a él?
Ella guardó silencio un momento.
Él es mejor que tú, dijo
entonces. Solo hazlo.
Intenté entonces mirarla a los ojos, pero ella tenía la mirada perdida.
Así, finalmente, se bajó los calzones ella misma, con desgano.
Intentó decir, por último, unas cuántas cosas, y luego se durmió, sin darse cuenta.
Un hilo de saliva caía desde un costado de su boca.
También tenía una mancha pequeña, sobre el pecho, en su camiseta.
Yo pensé en limpiarla y abrazarla, pero no lo hice.
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