viernes, 19 de abril de 2013

Una mujer que duerme en el metro.



Hay una mujer que duerme en el metro.

Que duerme de pie, en el metro, esa es la gracia.

Me la he encontrado un par de veces, siempre en el último vagón.

Hoy ella iba con un chaleco lila.

Era lindo el chaleco lila.

Yo la miro dormir con su chaleco lila y una bolsa y su cartera.

La cartera es fea, eso sí.

La bolsa, en tanto, no es ni linda ni fea.

Es bolsa, nada más.

Y claro, cuando el metro frena la mujer se tambalea y la bolsa también se mueve.

Entonces, yo me pregunto si sus sueños cambian, tras ese tambaleo.

Nadie responde, en todo caso.

Con todo, yo creo notar un leve cambio en el movimiento, bajo sus párpados.

Casi imperceptible.

El punto es que. mirándola, no sé bien por qué, decidí hoy no bajarme en mi estación.

Así, la acompañé hasta el final, esperando a que despertara, y se bajase.

Pero no ocurrió de esa forma.

De hecho, tras llegar a la estación terminal, la mujer no se movía de su sitio.

De esta forma, mientras pensaba qué hacer, las puertas cerraron de improviso.

Y el tren, claro, se metió a esa zona oscura fuera de trayecto.

Todo se fue a negro.

Luces interiores, iluminación externa… todo se apagó y nos dejó a oscuras.

Y sí… eso ocurría cuando de pronto me tocan el hombro.

Despierte, me dicen.

Entonces, las luces vuelven a encender y observo mi entorno.

Llevo mi bolso, una bolsa con pruebas y estoy prácticamente solo en el último vagón.

No hay rastros de la mujer.

Es la segunda vez que lo veo dormirse, de pie, me dice alguien.

Y claro, yo pregunto entonces por la mujer, pero nadie la ha visto.

Tampoco, por cierto, se ve un chaleco lila, por ningún lado.

¿Se siente bien…?, me preguntan.

Yo contesto que sí, que no se preocupen.

Son cosas que pasan, digo finalmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales