Llenar los formularios.
Lo principal son datos.
Casi todo son datos.
Números, nada más.
Usted también lo ha hecho, no lo olvide.
Es decir, usted mismo(a) se ha definido bajo una serie de códigos.
Nombres, direcciones, números de identidad…
No acuso a nadie, sin embargo.
Y por cierto no me excluyo.
No es cuestión de culpas, además.
Y es que todos, simplemente, nos sentimos más seguros de esa forma.
Firmamos al final, revisamos antes unas cuantas cosas…
Seguimos adelante.
No es tan difícil una vida así, si lo pensamos.
Una vida reducida a eso, me refiero.
Actas, contratos, transacciones...
Copias de los formularios, incluso, por si estos llegasen a dañarse.
Pocas cosas parecen más ciertas.
Los sellos, las firmas… y hasta el timbre oficial…
Así, resulta que no tenemos mucho más que decir de nosotros.
Tal vez una anécdota o hasta un chiste… pero nada más.
Todo el resto son formularios.
Papeles con el espacio asignado, además.
Y es que ahí debiese caber todo, te dicen.
O al menos debe usted intentar que quepa todo.
Acomódese sobre las líneas punteadas…
Hágase espacio ahí, entre las palabras.
¡Qué mierda…!
No soy ningún rebelde, pero también es cierto que me cansa esta
situación...
¿Un formulario para reclamos?
Es que no es reclamo, ¿sabe…?
Se trata más bien de dejar en claro alguna observación.
Puede que sea un poco por figurar, lo admito.
Pero permítame guardar mis otras razones.
Un día las verá usted, de toda formas.
Caerán dese lo alto, junto con montones de papel en llamas.
Cubrirán la tierra.
Quemarán la tierra.
Y yo les diré que eso era algo que se veía venir…
Y les recordaré, en definitiva, que estaban advertidos.
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