Una de las pocas cosas que me gustan de los
aeropuertos, es el sector donde se retiran las maletas.
Aclaro, sin embargo, que no necesariamente me atraen
las maletas en sí, dando vueltas, ni mucho menos el sistema de cintas o algo
concreto del espacio físico…
Así, lo que me atrae más bien son las personas que
miran las maletas. O más específico aún: la actitud de ciertas personas al
mirar las maletas.
Y es que siempre he estado seguro que existen
personas que, semiconscientemente al menos, dejan pasar su equipaje. Una vez… y
otra… hasta que de pronto parecen incluso estar escogiendo entre todas las maletas
y bolsos de la fila, cual llevarse.
Con todo, no se trata de una apreciación en
relación a la idea del robo, o de un beneficio concreto que pueda obtenerse de
un cambio de equipaje… De hecho, la impresión que me transmiten esas personas
es la de estar, de cierta forma, escogiendo una vida… con el riesgo, claro está,
de abandonar la vida que se tiene y de escoger otra prácticamente a ciegas,
simplemente por la apariencia del equipaje.
Ahora bien, resultó que hablé sobre esta impresión
con un amigo que trabaja en el aeropuerto y me confesó que era una práctica más común
de lo que se cree. No el robo directo, ni el cambio con el fin de lucrar u
obtener otro tipo de ganancia, sino ese cambio por un impulso que tiene el
hombre de probar otra vida, por llamarlo de algún modo.
-Acá tenemos hasta un código –me contó mi amigo-.
No lo recuerdo ahora, pero es un código bastante utilizado en el aeropuerto…
B-114, podría ser, o imagina cualquiera, si quieres… pero lo importante es que
existe esa sensación de cambio… de tomar el riesgo de perder lo que se tiene y
optar a otra cosa… y no es una cuestión tan poco frecuente, como podría creerse.
Y claro… escucho eso y otras cosas más que cuenta
mi amigo, hasta que de cierta forma decidimos que todo lo importante ya fue
dicho y es mejor dejar hasta ahí el asunto, sin forzar mayores explicaciones.
-Es decir –concluimos-, resulta mejor dejar cualquier
otro tipo de explicación dando vueltas en esas cintas transportables…
-Alguien se la va a llevar, después de todo… -dice
mi amigo, mientras se aleja-. No te preocupes…
ahora no puedo dejar de ver el dejo de sábado gigante en tus historias. Saludos
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