domingo, 28 de abril de 2013

Otro sueño extraño.



Hoy tuve uno de mis sueños más extraños.

Iba yo por una montaña, ascendiendo, para encontrar a Dios.

Aunque claro, en principio no era tanto por ver a Dios, sino más bien por el desafío del trekking.

Así, seguía yo unas pistas y hasta unos letreros que indicaban la distancia restante.

Los letreros que indicaban eran diminutos y parecían pintados por un niño.

Mil kilómetros, quinientos kilómetros, cien kilómetros, diez kilómetros…

El camino era largo.

Por fin, cuando ya me daba por vencido vi un letrero que decía:

Dios, a 10 metros divinos.

Seguí caminando, con más fe.

Lamentablemente, en un letrero aún más diminuto encontré otra información:

Metro divino = mil kilómetros humanos.

Por suerte, en el sueño, la relatividad del tiempo se hizo sentir y pude finalmente encontrar a Dios.

Estaba de espaldas, apoyado contra unas rocas, en lo alto de la montaña.

Era grandote.

Con todo, tenía un cuerpo similar al humano, aunque algo más curvado.

No parecía viejo.

-Dios… -le dije-. Soy Vian. Llegué siguiendo los letreros.

Él no contestó y hasta fingió un ronquido.

-No te hagas el dormido –le dije-. Es de mala educación.

Entonces Dios, sorprendido, comenzó a moverse, lentamente y se volvió hacia mí… y pude verlo:

¡Tenía el rostro pixelado…!

-Disculpa –me dijo-. No quiero que me vean así.

Y claro, yo intentaba distinguir rasgos… y hasta memorizarlos, pero todo resultaba borroso.

-No es culpa mía –intentó explicar-. Nunca supe que estaba pixelado…

Así, comenzó a desarrollarse una conversación que podría denominar técnica, en la que Dios hablaba de su propia conformación y hasta explicaba de qué forma habría implementado los colores del mundo…

(No voy a intentar aquí reproducir esa conversación)

Finalmente, y sin vínculo aparente con lo anterior, Dios lloriqueaba porque, al parecer, había pedido una hamburguesa con queso y había recibido, en cambio, una en la que faltaba aquel ingrediente…

-Me dieron un producto defectuoso –alegaba Dios-. Desconsolado.

Yo, en tanto, intentaba calmarlo, con una serie de argumentos no muy sólidos:

-Quizá el producto no es defectuoso –le decía-. Lo que ocurre es que está mal catalogado…

-¿Cómo?

-Eso, que te dieron un hamburguesa sin queso, perfecta, en vez de una hamburguesa con queso y defectuosa.

Y bueno… Dios cómo que se lo creía un poco.

Así, justo antes de despertar, mientras miraba a Dios comiendo su hamburguesa, me percaté que por sus mejillas, en los lugares por donde habían bajado las lágrimas, nada estaba pixelado, y tenía, en cambio, una excelente definición.

-¿Te vas a quedar mirando lo que no debe verse? – me preguntaba Dios, entonces.

Y sí… yo no respondía, pero eso era exactamente lo que estaba haciendo.

4 comentarios:

  1. Las más de las veces te quedas mirando lo que no se debe y diciendo lo que no se puede decir...

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  2. Excelente e interesante diálogo con Dios,creativo, imaginativo y real.Un placer al lector. ¡Felicitaciones!.

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  3. Suena medio exagerado, pero gracias. Saludos.

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  4. ¡Ja,Ja,Ja! ... Mi gusto por lo talentoso hizo que sonara exagerado, pero el asunto interesa a la vez que es original.

    ¡Suerte!,La avestruz.

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