Abres la mano y ves una llama.
Qué extraño…
Siempre pensé que aquello sucedía
cuando abrías los ojos.
Es decir,
siempre pensé que el fuego
llegaba finalmente
desde otro sitio.
Una vez, por ejemplo,
después de días de lluvia,
mientras acampaba en la montaña,
intenté por horas
encender de alguna forma
una fogata.
Y claro,
empapado,
me acosté esa noche,
recuerdo,
sin haber logrado mi objetivo.
Con todo,
recuerdo que fue esa misma noche,
que se incendió por primera vez
mi biblioteca.
Casualidad,
podrá pensar usted…
pero yo sé que comenzó a quemarse
en el preciso instante
en que abrí los ojos
al fuego.
Por lo demás,
se quemaron pocas cosas esa vez…
pero ese no es el punto…
Y es que lo importante acá, pienso,
es la dirección que toma
el fuego,
tras ser destinado justamente a aquello
que no queríamos perder.
Ahora, en cambio,
abres la mano y ves una llama…
Una llama pequeña, es cierto,
algo azulosa, incluso,
pero capaz de iniciar
algo importante…
¡Qué extraño…!
Disculpen que lo diga así, sin explicar,
pero siempre pensé que eso sucedería
de otra forma…
Es decir,
puede que alguien más esté mirando…
y claro,
algo se enciende
en algún sitio:
Una biblioteca,
una montaña…
un ser humano, tal vez…
Aunque claro…
cada día es más difícil incendiar
uno de estos últimos…
Por otro lado, finalmente,
tal vez sea la calidad del fuego,
la que haya descendido, con el tiempo.
Ojalá que alguien
algún día,
devele este misterio.
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