sábado, 14 de abril de 2012

La mujer que pintaba tornados.


I.

Cuidé la casa de una mujer que pintaba tornados.

Fue apenas un fin de semana, pero eso bastó para descubrir su secreto.

Estaban principalmente en dos cuadernos, aunque también podías encontrarlos en los bordes de algunas revistas y hasta había un par que estaban enmarcados y puestos sobre un mueble donde se guardaba la vajilla.

-¿Todo ha estado bien? –me preguntó cuando regresó.

-Supongo que sí –le dije-. Pero encontré sus cuadernos de tornados.

Ella se mostró extrañada.

-Me refiero a que encontré los cuadernos con tornados –le dije-, estaban en el estante que usted me autorizó a revisar, para buscar libros…

-¿Los viste…? –preguntó ella.

-¿Los libros…?

-No. Los tornados.

Yo me demoré un poco pues sentí que ese era un tema delicado, pero al final decidí que era más fácil decir la verdad.

-Sí. Los miré todos –acepté.

Entonces ella sonrió.

-Yo no los miro –agregó, seriamente-. Ni tampoco los pienso. Simplemente me nacen cuando tengo un lápiz y un papel a mano y luego no hay caso…

-¿Y no pintas nada más…? Algo más tranquilo, me refiero.

Ella lo pensó un poco, pero luego lo negó.

-Nada –concluyó-. Solo tornados.


II.

Como la mujer me regaló uno de sus cuadernos, debo confesar que he pasado más tiempo del debido, observando esos tornados.

Y claro, me he fijado en detalles.

Por ejemplo, he encontrado pequeñas figuras humanas y objetos cotidianos en aquellos dibujos.

No es un gran descubrimiento, es cierto, pero hay que reconocer que a simple vista no se observan y que perturba un poco el hallarlos de pronto, como si estuviesen escondidos.

-Una vez me tocó estar en un tornado –me confesó la última vez que la vi-. Yo vivía en Haití y de pronto observé cómo en torno a mí, todo comenzaba a moverse y hasta a elevarse del suelo…

-¿Estaba usted en el ojo del huracán?

-Exacto –me dijo-. Justo en el centro, donde todo es tranquilidad a pesar de lo que ocurre a pocos metros…

-¿Y le ocurrió algo aquella vez?

-Nada. No me ocurrió nada. Salvo que el lugar donde vivía resultó dañado y que decidí ese mismo día volver a Chile.

-¿Por seguridad…?

-Quizá… pero no seguridad en relación a los tornados. Supongo que era algo así como una vida más segura… más tranquila.

-¿Y fue en ese momento que comenzó a pintar tornados?

-Pues no lo recuerdo con exactitud –dijo tras pensarlo un momento-. Lo único que puedo señalar con certeza es que no he dejado de dibujar tornados desde hace años, y que eso, sin duda, me ha permitido alejarlos de los otros y tener una vida tranquila.

Y claro, fue entonces cuando me regaló uno de sus cuadernos, y comenzó a contarme una serie de cosas que no venían para nada al caso.


III.

Hay algo hermoso en los tornados.

Algo similar a un animal salvaje que se hubiese liberado de pronto y que gusta hacer pedazos aquello que encuentra a su paso.

Por lo mismo, creo firmemente en la necesidad de los tornados, y hasta siento como la más honda humillación, el encontrarnos justo en el sector calmo y resultar intactos.

Y es que es penoso vivir y resultar intacto.

Más aún si ves volar por los cielos a aquellos que te rodean, mientras permaneces en tu sitio.

No sé, sin embargo, si el dibujar tornados por parte de esa mujer, haya suplido de alguna forma el desprecio que significó en su momento el no haberse visto afectada.

Lo que sí sé –o al menos lo creo así-, es que escribir puede ser, en ocasiones, una forma de invocar al tornado, simulando mesura.

Por eso, hoy intento estar preparado para ser arrojado por los aires y enfrentarme cara a cara con ese animal salvaje…

Sé que en las apuestas voy a pérdida, pero me gustaría darles un dato:

De alguna forma voy a dominar ese tornado y voy a utilizar esa fuerza para ir hacia quienes amo y arrastrarlos por los aires.

Y es que no los quiero con vidas tranquilas ni pidiendo aplazamientos.

Es decir, no los quiero dibujando en un cuaderno para quedar en paz ni escribiendo para poder dormir tranquilos.

Y claro, tampoco quiero que mis propios escritos se transformen en esa forma de manifestar la cobardía de no ir por una vida diferente.

Por eso nunca me verán dibujar un tornado.

Esto no es una advertencia.

6 comentarios:

  1. Dibujar tornados = exorcizar a los monstruos interiores en lugar de permitirles salir?

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  2. Me gusta pasar por aquí y sentirme frente a algo verdadero. Es bonito que sea lo que sea, uno logre creer...

    Tengo una duda del inicio del escrito: la mujer además de pintar los tornados, los cuidaba? (1° línea)o fue sin "querer"? Igual me hace pensar en que ella sí cuidaba sus tornados, los buscaba, aunque los escondiera en un cuaderno...

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  3. Hubiese sido lindo que los cuidara, pero fue un descuido, creo...
    Y sí, algo de exorcismo hay, o de vaciado...
    Saludos.

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  4. Hola Vian.
    Me alegra que te gustara ese cuadro para ilustrar tu escrito. Y sí, yo pinto a veces tornados. Yo he pintado ese cuadro. Y no he recibido en ningún momento una petición por tu parte para su uso. Ni tan siquiera me has citado como autora. Entiendo que no te gustaría que tus escritos aparecieran en cualquier parte sin tu consentimiento y sin tu nombre. Por favor, te agradecería que retiraras la imagen. Un saludo

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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