Porque estaba asustada se hizo de un grupo de amigos que poco tenían que ver con ella misma.
Y porque poco tenían con ver con ella fue que comenzó también, luego, a alejarse de lo que era.
Y es que así simplemente, suceden las cosas.
Y las explicaciones parecen sencillas.
Con todo, a veces olvidamos que toda explicación se enlaza a otra, hasta que el conjunto de supuestas explicaciones no termina, en definitiva, aclarando nada.
Y es que sucedió que, tras alejarse de lo que era, ella comenzó nuevamente a asustarse, y todo pareció de pronto unirse nuevamente, como la serpiente esa que se muerde la cola.
Quizá por eso, pienso ahora, es que muy pocas veces dejamos realmente de tener miedo.
Es decir, acostumbramos tomar al “susto” como una causa, y no necesariamente como un efecto, y erramos la dirección, y terminamos cada vez más lejos de nosotros mismos.
Así, mi teoría es que lo que nos da miedo, en primera instancia, es justamente lo que somos. Es decir: el miedo que somos. Y el saber que para realizarnos y ser realmente, debemos aprender a vivir con nosotros mismos.
Eso es lo que asusta.
No es una gran teoría, claro. Y evidentemente no es un remedio para evadir el miedo.
Pero es lo que hay.
Mírese al espejo, si no me cree, en una habitación cerrada.
Luego apague la luz y repita la acción, lentamente y en silencio.
Entenderá usted, entonces, que nunca ha sentido un susto distinto a los que están con usted, en esa misma habitación.
Y comprenderá también, que nunca ha salido, verdaderamente, de ella misma.
Por miedo hacemos las cosas más absurdas, aún las que después nos provocan más miedo.
ResponderEliminarUn abrazo
sí, eso asusta.
ResponderEliminarSe tiene susto.