No hay nada peor que llegar tarde. Y no me refiero simplemente a atrasarse unos minutos o hasta algunas horas con quienes hemos acordado reunirnos. Pienso más bien en “atrasos internos”, o en situaciones que pueden resultar incomprensibles para otros si no las han vivido en carne propia.
Yo mismo incluso, para dar un ejemplo cercano, sufrí en una época por estos atrasos. Aunque claro, no se manifestaron siempre de igual forma, o con una fuerza similar.
Uno de ellos, por ejemplo, se desarrolló en relación a las palabras. Así, ocurrió que durante un tiempo los significados llegaban tarde a mis palabras. Es decir, yo hablaba o escribía aparentemente sin problemas, pero en realidad, solo comenzaba a comprender el significado de mis propias palabras, luego de haberlas expresado.
Puede parecer una exageración, claro, o hasta un invento, pero lo cierto es que yo debía siempre pedir silencio tras hablar, para comenzar recién a entender qué había dicho, y descubrir si debía sentirme avergonzado u orgulloso, de lo que había dicho.
Algo similar ocurrió luego con mi sombra –otra situación cierta, pero que parece fantasía-, al desarrollar la impresión de que ella "se movía antes", y sentir entonces que yo estaba siguiendo los movimientos de mi sombra, sin voluntad propia. y sin alternativa.
Con todo, ha pasado el tiempo y aquellas situaciones son hoy, para mí, prácticamente una anécdota. Aventuras absurdas, incluso, que podrían dar origen a un texto infantil llamado “El niño que llegaba tarde”… donde se enfocarían esas y otras situaciones que apuntarían, a su vez, a resaltar la importancia que puede tener el llegar a tiempo “a nosotros mismos”, y entender así lo que somos (lo que estamos siendo), y los porqué y para qué de nuestras acciones.
Lamentablemente, supongo que la idea de cualquier proyecto literario –por mínimo que sea-, no podrá ser desarrollada hoy en día.
Y es que ocurrió que nuevamente llegué tarde a mis propias ideas.
Tarde porque con mis 48 horas de trabajo semanales, más las pruebas por revisar y el material por preparar, como profe, solo me permiten abordar esas pequeñas ideas al mismo tiempo en que estas ocurren.
Así, finalmente, solo me es posible entregar “El niño que llegaba tarde” de la misma forma como algunas madres “esconden” verduras picadas en las comidas de sus hijos, y les preguntan luego si les han gustado, sin que ellos entiendan realmente, de qué les están hablando.
Con todo, no es necesariamente la historia, sino el gesto, el que esconde el significado.
Así, mejor termino acá, pues ya dije, sin duda, más de lo que debía.
:) Pues yo creo que algo he entendido, a mi manera, pero también es verdad que se le puede sacar más jugo a esas verduras. XD (Gracias por pasarte por mi blog)Saludos!
ResponderEliminarPor mi parte creo que lo del libro sería un acierto!...tanto por el género como por la temática seguro sería un éxito (y no sólo para chicos, aclaro)
ResponderEliminarComo siempre, es un placer leer tus cosas.
Un abrazo.
Gracias otra vez.
ResponderEliminarMe mataste! Esto me sucedió a mí también, pero no escribí sobre eso, sólo lo pensé y lo encontré bastante extraño. Me encantó el texto y la forma en como lo expresaste, saludos!
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarLo de hablar y luego encontrar el significado a mi también me ha pasado más de lo que debería. La idea del libro sería bastante buena, llegarse tarde a uno mismo y no con el resto, que es de acuerdo a como lo miramos normalmente. Podrías usar la distinción signo/ significado y continente/ contenido a través de continuas metáforas. Lo de la sombra me resulta poético, seguir a tu sombra tal y como hacen las sombras a nuestra silueta. Un saludo, a ver si vuelvo a meterme en tu blog (si la memoria me ayuda) para leerte de nuevo.
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