lunes, 2 de abril de 2012

¿Qué sucede con el corazón de los ciclistas?


A pesar de no consumir habitualmente drogas duras, suelo abstraerme largo tiempo pensando en situaciones que a la gran mayoría han de parecerles, al menos, insensatas.

Hoy mismo, por ejemplo, me descubro sentado junto a una calle por la que pasaban a gran velocidad, un gran número de ciclistas.

Desconozco si se trataba de una competencia, o simplemente fue casualidad, pero lo cierto es que todos se veían absortos en algo que podríamos denominar “su propia velocidad”, mientras avanzaban desligados de aquello que los rodeaba.

Y claro, fue entonces que me puse a pensar en el corazón de los ciclistas.

Puede parecerles extraño, quizá, pero les aseguro que fue un pensamiento de lo más natural. Una pregunta que surgió incluso en mi propio corazón, al que se le ocurrió preguntar de un momento a otro, por sus semejantes.

Intenté entonces fijarme en pequeños gestos, variaciones mínimas, o en cualquier actitud que pudiese delatar algo relativo al corazón de aquellos hombres.

Pero lo cierto es que todo fue infructuoso, y no obtenía pista alguna.

Estaba así a punto de irme cuando una voz me dijo de improviso.

-Ahora va a pasar el de amarillo.

-¿Qué…?-, pregunté yo.

-Que ahora va a pasar el de amarillo –repitió la voz-. Luego el de rojo, y en un minuto más el de ropa oscura.

Yo iba a preguntar de nuevo sobre aquellas palabras cuando me percaté que pasaba un ciclista de amarillo, luego uno de rojo, y en unos segundos pasó el de ropa oscura.

-Solo dan vueltas –me explicó la voz, antes de que volviera a preguntar-. Son casi siempre 17, y dan vueltas cada cierto tiempo… Ahora le toca al de verde… ¿ves?

Y entonces vi pasar al de verde.

Nervioso, me puse a buscar el lugar de donde provenía aquella voz, pero no logré ver nada anormal en aquel cuarto.

-Todos damos vueltas –agregó entonces la voz-. Variamos el camino, es cierto, y hasta nos perdemos, pero el resumen de todo es que solo damos vueltas…

-Pero los ciclistas… –alcancé a decir.

-Los ciclistas son la representación de todo aquello que da vueltas –agregó tajante-, solo que ellos son los únicos conscientes del tipo de ruta que están haciendo…

-Pero… ¿qué pasa con el corazón de los ciclistas? –pregunté como si pensara en voz alta.

-El corazón de los ciclistas es igual al corazón de todos -me explicó la voz-, por lo que la pregunta debe indagar siempre por el corazón de todos… no vale la pena preguntar por menos… Ahora viene el de ropa naranja…

-¿Quién?

-El ciclista de ropa naranja –reiteró la voz.

Y entonces pasó justamente ese ciclista, junto a mí.

Recuerdo que yo lo miré, y lo seguí con la vista hasta que se perdió en una curva que estaba más adelante.

Luego me quedé en silencio, y observé a los ciclistas pasar, hasta que comenzó a oscurecer.

La voz, extrañamente, tampoco volvió a hablar.

Por último, decidí llevar una mano hasta mi pecho, y sentir mi propio corazón.

“Late normalmente”, pensé, dándome ánimos.

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