-Y entiende que yo no estoy en contra de lo que dices, solo te planteo esto como un punto de vista, o un acercamiento –dijo ella-,
sé que tú sabrás comprender ese propósito y bla, bla, bla…
-Lo que pasa es que siempre te ha gustado ser la
listilla –dijo él-, desde que te conozco te elevas unos metros sobre cualquier
cosa que yo digo y luego te cagas como un pájaro encima de mis palabras… Es
igualito que en un cómic, y entonces mis palabras dejan de verse y tú sigues
tersa y blanca y limpia y bla, bla bla…
-¿Bla, bla, bla?
-Sí. Bla, bla, bla.
-Pues deberías sospechar que si tus palabras dejan
de verse es porque en realidad no tenían contenido alguno –dijo ella-, por eso
tus argumentos siempre resultan ridículos y bla, bla, bla…
-¡Para ti no son argumentos…! –lanzó él-. Para ti
que la vida entera es una mera descripción, o el análisis de algo estático…
para ti no hay verbos, eres como una forense estudiando su cuerpo antes de
tiempo, y haces lo mismo con cualquier otra cosas o ser que tenga un vínculo contigo
y bla, bla, bla…
-¡Lo que pasa es que no comprendes nada…! –gritó ella-
¡Tú sacaste los verbos de nuestro vocabulario…! ¡Tú rechazaste la idea de los
hijos y bla, bla, bla!
-Justamente por eso: la rechacé porque para ti era
una idea, un cálculo, algo que agregar a tu descripción, a cumplir con el
manual de la familia perfecta… si hasta tu corazón es un objeto a describir y
bla, bla, bla…
-¡Tú no puedes hablar de corazón! ¡Te has pasado
todos estos años existiendo sobre tu piel, en la superficie…! ¡Yo no era así
antes, yo era una mujer con sueños, alguien con metas claras y bla, bla, bla…!
-¿Tú con metas claras y bla, bla, bla? –dijo él,
irónico.
-¡Claro que sí! –se defendió ella-. Sobre todo con
el bla, bla, bla…
(…)
La discusión siguió así un buen rato.
Entonces, el tono comenzó a subir y si uno se
fijaba, tanto la mujer como el hombre tenían empuñadas las manos, y se veía
venir una desgracia.
Decidí, por lo tanto, intervenir.
-Disculpen que me entrometa –les dije-, pero estaba
escuchando y bla, bla, bla…
-¡¿Y quien lo autorizó a escuchar nuestro bla, bla,
bla?! –dijo él.
-¿Acaso se cree mejor que nosotros? –dijo ella-.
Mejor sería que en vez de entrometerse, usted se preocupara por otras cosas y
bla, bla, bla…
Así, resultó que los dos, finalmente, lograron
ponerse de acuerdo en algo: yo era un tipo entrometido que no tenía derecho a
escuchar conversaciones ajenas y bla, bla, bla.
-Pero yo no me acerqué a escucharla –intenté explicar-
lo que sucedió es que venía llegando y bla, bla bla…
-¡No tenemos por qué creer en sus bla, bla, bla…! –dijeron
a coro.
Por último, aparentemente indignados, se fueron
rápidamente de aquel lugar, por lo que, desde la distancia, pude seguir
viéndolos y bla, bla, bla…
De esta forma, todo volvió a estar en calma nuevamente:
los árboles en su sitio, el cielo azul, la vida de todos y bla, bla, bla.
Pues, pienso al respecto, que bla bla bla...
ResponderEliminarDiscusiones sin sustancia...por qué será que me vienen a la mente algunos debates políticos!
ResponderEliminarEy... es mi idea o hay algo de fondo atrás de los bla, bla, bla...? No sé si es tu intención, pero noto algo y casi me siento culpable de quedarme con los blas (o en la piel de las cosas, como dices)
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