“Entonces, ¿cuál es la mentira?
¿Lo duro o lo blando?
¿El silencio o el tiempo?”
D. F. W.
I.
Veo un documental que habla sobre el estudio que se
hace a algunos animales, para diagnosticar el comportamiento de ciertos órganos
ante enfermedades o dificultades específicas, a partir de un nuevo método que
anula el proceso de pigmentación de la piel.
Así, comienzo a ver unas imágenes que sin duda dan
escalofríos, pues presentan una serie de animales que tienen la piel
prácticamente transparente, pudiendo observarse así, sin necesidad de mayores
cirugías y exámenes, su funcionamiento orgánico interno.
De esta forma, el documental muestra a perros,
conejos, ratones y a toda una serie de animales que han sido sometidos a este
tratamiento, para identificar cuál de las especies logra una piel con mayor
transparencia, para desarrollar luego en ellos, una serie de otros experimentos.
Y claro, es entonces cuando uno de los científicos
explica que hay un animal en el que las pruebas funcionan mucho mejor que en otros,
alcanzándose grados de transparencia que, sumados al escaso pelo de esta
especie, lo harían ideal para poder investigar cualquier tipo de reacción
orgánica interna inmediata, producto de otras situaciones.
-Lamentablemente –aclara entonces el científico-,
ese animal es el hombre, y las leyes vigentes impiden que podamos ser usados
como medios de experimentación directa, aunque sea en nuestro propio beneficio.
II.
¿Se imaginan…?
¿Pueden pensar cómo sería vivir con alguien a quién pudiésemos
observar, literalmente, bajo la piel?
¿Seguiríamos “amando” su corazón?
¿Insistiríamos en proclamar que esa persona es hermosa internamente?
Piensen por ejemplo en esos relojes o artefactos modernos que hoy en
día apelan a la transparencia, para revelar sus mecanismos internos… ¿no
piensan que sería más difícil hacernos la idea de un espíritu o alma que habitara
entre esos metros de intestino, y que terminaríamos cuestionando todo aquello
que no es resultado directo de nuestro funcionamiento “mecánico”…?
Y es que si bien es posible que la idea de un diseño –y de ahí la
necesidad de creer en un diseñador-, pudiese incrementarse en nosotros a partir
de este hecho, lo cierto es que tener esa evidencia de nosotros mismos –de la “máquina”
que somos nosotros mismos-, puede también ir en detrimento tanto de la idea de
trascendencia personal, como de la importancia o certeza con que apreciamos
nuestros sentimientos y sensaciones puras.
Y es que en definitiva, la piel nos termina resultando hermosa no solo
porque es suave ni porque es parte indisoluble de aquella persona a quien
amamos, sino porque además oculta aquello que es esa persona internamente, y
que preferimos llenar con nuestras propias ideas, para no decepcionarnos ni de
ellas, ni de los sentimientos que nos vinculan a la idea que de ellas hemos
tácita e individualmente convenido.
Por último, intuyo que es por eso que tampoco son masivos los autos
transparentes, y supongo que también es por eso que el mundo y aquello que nos
rodea tampoco revela fácilmente su funcionamiento.
-¿Pero si el mundo y hasta nosotros en el mundo formáramos parte del
funcionamiento interno de algo así como un dios… que fuese transparente a su
vez, para alguien más? –dice entonces una voz cerca mío.
-¿Y por qué es tan importante que la transparencia sea para alguien
más, y no para nosotros mismos? –preguntó entonces otra voz, a una distancia más lejana.
Y claro, luego se dejaron de oír ambas voces, y fue mi turno para hablar.
La Naturaleza es sabia...
ResponderEliminarUn abrazo.