martes, 17 de abril de 2012

Sonreír por nada.

“Hay una pirámide sobre un vidrio. Un hombre bajo él.
Mira y verá su base, en este caso un cuadrado.
Al lado de la pirámide hay otro. Mira y verá un triángulo.
Ambos miran una y la misma cosa, con una misma forma
y ambos tienen la razón. Pero entonces:
¿Cuál es la pirámide del mundo, de la humanidad, de la vida?”
Otto Wingarden.


Sonreír por nada

¿Será eso gastar la vida?

Porque hay gente que lo cree así,
no crean que exagero…

Padres que retan a sus hijos
porque sonríen por nada,
o que los apuran porque el día acaba
y no estudiaron lo suficiente.

“Estoy preocupada porque mi hijo obtuvo un 3”
me dicen.

Y yo tengo que escucharlos.

A veces me piden incluso
que les hablemos juntos del futuro.

De la construcción del futuro,
me refiero.

Pero al final, siempre,
son ellos los que hablan.

Así,
sucede que de cierta forma
yo estoy siempre fuera
de todo aquello.

Y es que finalmente,
si quiero ser sincero,
yo también soy incapaz
de construir nada.

Y es que me cuesta creer.

Me cuesta sentir que avanzo.

Me cuesta aceptar que amar
es esa acción tibia
que hacen todos los otros.

Y claro,
también me cuesta reconocer
que una parte de mí
ansía también poder creer
en todo aquello.

Quizá por eso,
a veces me demoro tanto en decidir
entre mis dos únicas opciones:

quemar

o esperar para quemar.

Y mientras espero, claro,
sonreír.

Sonreír porque después de todo
quemar es una acción que se origina en algo tan noble
como sonreír.

Sonreír por nada,
le dicen,
pero no saben...

¿Será eso gastar la vida?

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