lunes, 16 de abril de 2012

Razones para (no) adquirir una póliza.


I

-El seguro paga todo –me dijo-, ese es el consuelo final de la vida… Estás perdido sin una póliza.

-Pero…

-Escucha –continuó-, tengo una teoría: uno generalmente le dice que no a las cosas que pueden ayudarnos, pero si lo piensas…

-Espera, ¿dijiste ayudarnos?

-Sí, ayudarnos a situarnos –explicó-. Ayudarnos a no estar perdidos. Por eso debes comprar ese seguro, porque el interior de uno no sabe a veces qué nos conviene acá afuera, y acá afuera está la vida ¿no crees…?

-Eh…

-¿Me dejas contarte una fábula?

-Es que no puedo… -intenté decir-, estoy apurado…

-Pues entonces te cuento solo la moraleja: todo dolor, toda pérdida, toda angustia, puede ser menor si sabes buscar la protección adecuada…

-Eh… gracias, lo tendré en cuenta…

-Pero eso no te dará protección –agregó-, y aunque no lo creas quiero ayudarte y no dejaré que te alejes sin llevar la protección adecuada… ¿cómo te llamas?

-Vian –contesté.

-Pues entonces escucha, Vian… ¿puedes imaginarme de pequeño?

-…

-Sí, sé que es extraño, pero es que quiero que me imagines de pequeño, y quiero contarte que yo quería ser astronauta, y tenderme en la luna, como en la playa… ¿te haces la idea…?

-Eh… sí, algo…

-Pues sucedió que un día abrí los ojos. Es decir, abrí los ojos y descubrí que había algo más, y que yo había llegado…

-¿Llegado…?

-Sí, a la luna –dijo-. Abrí los ojos un día y descubrí que estaba tendido sobre unos cráteres, en medio de la oscuridad más pura…

-¿En la luna…?

-Claro, eso pensé… y estaba alegre mirando el cielo en medio de esa oscuridad cuando de pronto comenzaron a caer gotas sobre mí, y descubrí que estaba lloviendo… ¿te das cuenta?

-…

-¡¿No te das cuenta…?!

-¿De qué?

-De lo que es perder un sueño, Vian… -agregó, con la voz quebrada-, recordar que es imposible que llueva en la luna… ¡darse cuenta, Vian…! ¿No lo entiendes? ¡Qué triste es darse cuenta…!

-Pero entonces…

-¡Entonces estaba equivocado, Vian…! E hice un esfuerzo por comprender qué pasaba, hasta que logré volver…

-¿Volver… a dónde?

-Volver a mí, Vian –explicó-. Volver a mí. Yo había estado en coma por tres años, ¿entiendes…? Tres años y de pronto despierto llorando porque no se había cumplido mi sueño, y además encuentro a mi familia destruida…

-¿Habían destruido a su familia?

-¡Peor, Vian…! ¡Yo la había destruido…! ¡Yo con los gastos médicos de esa hospitalización de tres años…! ¡Y todo por no tener seguro!

-…

-Y es que como verá –dijo entonces calmándose un poco-, tener seguro es más importante que tener Dios, Vian… no puede usted negarlo… Un seguro hubiese sido el consuelo que en ese entonces necesitábamos…

-¿Y qué pasó con su familia? –pregunté.

-Eso no importa, Vian… preocúpese mejor de usted, de su familia… Dese una oportunidad de vivir nuevamente, si alguien le da ese obsequio… y firme este contrato.

-¿Que lo firme…?

-Sí. Fírmelo –dijo finalmente, entregándome un lápiz.


II.

No firmé el contrato.

Es cierto que me cuesta negarme a las cosas, pero esta vez me armé de valor e hice prevalecer mis argumentos.

No los detallaré ahora, por supuesto, pero quizá todos puedan resumirse en que no espero tener un “consuelo final de la vida” -ni mucho menos pagar por ello-.

Así, si bien puedo aceptar que quizá “esté perdido sin una póliza”, debo confesar que es justamente ese estar perdido, lo que hoy permite que me sienta vivo.

Un poco cansado, es cierto, pero profundamente vivo.

Respecto al vendedor, en tanto, poco tengo que decir, salvo que puede andar en este preciso momento, cerca de ustedes.

Cuídense, por lo tanto, de no tomar decisiones apresuradas.

Eso, simplemente, quería advertirles.

1 comentario:

  1. Tal cual te lo quiso vender, una póliza resultaría algo parecido a un amuleto (que busca protegernos frente a todo mal)...me quedo con el amuleto, que tiene magia y encima,es más barato! jejjeeje

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