viernes, 20 de abril de 2012

Vian contra los zombies.


Lo malo de los zombies es que son constantes. Es decir, siguen hacia su objetivo como si no hubiese nada más. Bueno, quizá para ellos es cierto: ya no existe nada más, pero eso no quita que ser perseguido por ellos sea molesto, y hasta peligroso.

Yo me relajo porque en general no tengo mucho que perder, pero también porque sé que son lentos, torpes y hasta van perdiendo algunas piezas por el camino, lo que hace más difícil que puedan alcanzarme.

Con todo, trato de vivir sin pensar que me persiguen, pero he de confesar que en el último tiempo los he visto más cerca y puede que necesite buscar una nueva forma de defensa.

Podría denunciarlos, claro, o comprar alguna escopeta y comenzar a dispararles antes de que sea tarde, pero lo cierto es que hay algo que me atrae del posible ataque, o más bien, del objetivo de ese ataque.

Y es que un amigo me dijo una vez algo que no me desagradó del todo.

-Ellos vienen por tu cerebro –fue lo que me dijo.

Y claro, uno que siempre ha querido deshacerse de ese órgano, llega a cuestionar la posibilidad y hasta ansiarla… pero el corazón y el cuerpo, como sabrán, no son cosas que se sostengan por sí solas.

-Yo que tú lo pensaría –me dijo un filósofo a quien le conté lo sucedido-. Antes de desmoronarse en la decadencia y en la fealdad a veces es bueno buscar una salida…

Yo entonces lo miré y por un momento pensé en bromear con que era tarde para eso… pero luego dudé si se trataría realmente de una broma...

Así, he estado pensando este último tiempo en alguna solución, pero supongo que tanta idea ha terminado afectando mi velocidad pues cada vez que miro, veo a los zombies un poco más cerca.

Quizá por eso –por evitar que el desenlace deje de estar en mis manos-, es que a veces siento que es mejor apurar la resolución de algunas cosas, y así lo comentaba el otro día.

-Luego de que explota –decía yo, inventando un proverbio-, un volcán es solo una montaña…

No sé si convencido o no, pero al menos confundido, recuerdo que me dormí esa noche en un parque, para que ocurriera de una vez lo que tenía que pasar.

Fue entonces que, de improviso, sentí una mano que me sujetaba y me tiraba hacia atrás en medio de la noche, metiendo además mi cabeza en una bolsa de género y amarrándome pies y manos.

-No actúes como si ya hubieses perdido aquello que tienes miedo de perder –dijo luego de un momento, una voz serena.

-Tú no eres un zombie… -alcancé a decir… pero nadie me contestó.

Así, finalmente, pasé horas forcejeando hasta que logré soltar las amarras y liberarme, poco antes que amaneciera.

Los zombies, observé, aún estaban lo suficientemente lejos, como para sentirme a salvo.


2 comentarios:

  1. Yo creo que todos somos algo zombies.

    Y es que los zombies son lo más apegado que hay en la ciencia ficción, a la realidad. Piénsalo, los zombies se dejan llevar y arrastrar por sus instintos más básicos (igual que la masa). No hay ni un solo elemento de cognición entre ellos y su objetivo.

    Los zombies son geniales porque se fundamentan en una verdad. Y por eso -creo yo- es que son tan atractivos y a la vez aterradores, porque en el fondo, todos tenemos un zombie esperando atacar, el asunto es que, no sabemos cuándo, cómo ni a quién.

    ¡Saludos!

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