domingo, 14 de noviembre de 2021

Un ronin.


Leo la extraña historia de un hombre que quería ser un Ronin.

Pero quería ser Ronin -y este era uno de los problemas-, antes de ser samurái.

Otro de los problemas era que vivía en la época actual, en una ciudad como esta.

Y otro de los problemas que, aparentemente tenía, era una sicopatía declarada, un historial de episodios maniacos y una fuerte depresión endógena.

A pesar de todo aquello, según el texto, al menos, no produjo nunca, a quienes lo rodeaban, algún tipo de daño físico severo.

De hecho, trabajó de lo más bien durante tres años y medio, como reponedor y a veces cajero de reemplazo, en un pequeño supermercado.

Todo normal por ese lado, pero no, por supuesto, por ese otro en el que aspiraba a ser un Ronin.

Y es que ese lado del hombre, lo llevó a contarle esto a unas cuantas personas que creyó más cercanas.

Así, como se entusiasmaba al contarlo, y se mostraba ansioso cuando hablaba de sus lecturas, proyectos e investigaciones, ocurrió que finalmente lo echaron del trabajo y le recomendaron incluso someterse a un tratamiento, que por supuesto no tomó.

En cambio, la situación -no entiendo bien por qué caminos-, lo habría llevado a incendiar el pequeño supermercado donde había trabajado.

Sin que hubiese ningún tipo de heridos, afortunadamente, como consecuencia de aquel incendio.

Luego de esto, tras una serie de indagaciones, habían detenido a aquel hombre.

Según entiendo fue en el juicio, durante el interrogatorio, que el hombre señaló aquello de que quería ser un Ronin.

Por último, se conocieron sus diagnósticos previos y un periodista que cubría el caso, escribió el texto que yo acabo de leer, con la extraña historia de aquel hombre.

Todo como el ciclo del agua, si se dan cuenta, solo que sin agua.

Eso es lo que ocurre, en definitiva, cuando quieres ser un ronin.

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