jueves, 25 de noviembre de 2021

Encargo.


Hace calor, escribo informes para el colegio y tengo hambre.

Mientras trabajo, tomo agua mineral, pues he estado un poco enfermo.

Como no tengo tiempo para cocinar encargo algo, para comer.

Pido comida rápida, sin pensar, aprovechando unos cupones de descuento.

Media hora después llaman a la puerta.

Una chica me entrega un paquete bastante pequeño.

En vez de fijarme en el tamaño, me llama la atención una especie de colgante que lleva la chica.

Una cadenilla con la figura de un pez, que parecía hecha en madera plateada.

Yo he tenido trozos de madera plateada, recuerdo, pero fue en otra época.

No cruzamos palabras, con la chica, salvo los saludos respectivos.

Ella se va.

Yo entro a mi casa.

Sigo trabajando y por alguna razón olvido el encargo, sobre la mesa.

Me quedo en cambio pensando en la figura del pez, mientras respondo algunos mails, que había olvidado.

Más tarde, abro el paquete que me ha traído la chica.

En vez de las hamburguesas -que compruebo había solicitado-, encuentro varias pastillas, enviadas desde una farmacia.

Vienen en pequeñas bolsas blancas, de papel, como si se tratasen de dosis específicas.

Tres bolsas de papel.

No tienen nombres, pero sí números e indicaciones.

Una vez cada mañana, en ayunas, dice la primera.

Una cada ocho horas, tiene escrito otra.

Una cada doce horas, por siete días, dice la última.

Mientras intento recordar el rostro de la chica calculo las horas más convenientes para tomar las pastillas.

Media hora después, tras llenar un vaso con agua, me dispongo a tomar la primera.

Deberé prepararme algo para comer, antes de acostarme, pero todavía tengo tiempo.

Todavía tengo tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales