martes, 9 de noviembre de 2021

Acuerdos.


Hablamos.

O hablaron, más bien.

Lo cierto es que yo escuché, mayormente.

Por momentos elevaban la voz, y parecían discutir.

Mínimamente, eso sí, pues estaban de acuerdo en la mayoría de las cosas.

Dijeron que querían llegar a acuerdos.

Que era el momento de zanjar algunos puntos.

Me pidieron entonces que tomara nota de aquello que acordaran.

Intenté negarme, pero no fui firme y terminé aceptando la tarea.

Por lo mismo, comencé a anotar algunas cosas que decían.

Al hacerlo, sin embargo, no encontraba nada sustancial.

Nada que pudiese considerarse una idea nueva, o al menos un acuerdo.

Se los hice notar, en un momento.

Con cuidado, por supuesto, para no ofender a nadie.

Entonces hablaron sobre aquello que les hice notar.

Decían que los verdaderos acuerdos se tomaban así.

Sin enunciarse, directamente.

Que las verdaderas ideas no parecían ideas para aquellos que no las vieron venir.

Para aquellos que, como yo, veníamos de otra escuela.

Así, entre otras cosas, dijeron que nosotros aprendimos de otra forma.

No explicaron diferencias, pero eso es lo que decían.

Mentían, por lo tanto.

Y es que lo cierto es que nosotros no aprendimos.

Ni ellos ni nosotros aprendimos.

Daba lo mismo la forma.

Y no habría acuerdo alguno, si seguían creyendo en esas supuestas diferencias.

Intenté decirlo, nuevamente, pero no escucharon.

Me fui, por lo mismo, mientras seguían hablando, sin que se dieran cuenta.

La hoja, en que debía anotar acuerdos, quedó sobre la mesa.

Completamente en blanco.

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