lunes, 15 de noviembre de 2021

No sé qué tanto sufre Wolverine.


No sé qué tanto sufre Wolverine.

De qué tanto se queja, me refiero.

No él directamente, por supuesto.

Pero al menos los escritores que en sus historias acostumbran hoy por hoy enfocarse en sus dolores.

En una serie de preguntas existenciales que -según mi punto de vista, al menos-, no se justifican mayormente.

Y no solo de qué, sino también por quién y para qué está hecho.

Lo pienso de esa forma y, sinceramente, no le encuentro a sus quejas mayor sentido.

Me molesto con él, incluso, ante tanta queja.

Por eso es que reclamo y escribo esto, e incluso lo repito:

No sé qué tanto sufre Wolverine.

Dolores físicos, quizá.

La prolongación de un absurdo, dirán algunos.

Pero lo cierto es que al menos tiene garras.

Regeneración acelerada.

Y un interior irrompible de adamantium, si intento ser preciso.

Sí… no sé qué tanto sufre Wolverine.

Lo digo con envidia incluso, si soy sincero.

Y es que en mi caso… yo apenas sospecho quienes son mis padres.

Tengo un cerebro medio torpe y un corazón que, en el fondo, apenas es un músculo.

No tengo respuesta alguna a mis preguntas.

E incluso para que suenen bien el final de mis textos, debo constantemente volver al inicio.

Sí... no sé qué tanto sufre Wolverine.

No sé qué tanto sufre Wolverine, repito.

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