lunes, 22 de noviembre de 2021

Un niño extraño.


“Volveremos a encontrarnos todos,
en otro rincón del bosque,
siempre habrá un niño jugando con un oso”
E. C.

Era un niño extraño. Peligrosamente extraño, dirían algunos. Las profesoras intentaban comunicárselo a sus padres, pero no sabían realmente cómo presentar sus apreciaciones. Tenía poco menos de diez años cuando, en un trabajo de Lenguaje, redactó una, también, extraña noticia.

En realidad, era un texto al borde entre una noticia y un cuento fantástico, que tomaba a los personajes de Winnie the Pooh, que su compañera de banco había elegido como protagonistas, en primera instancia, de su propia historia.

El texto en sí hablaba de un gran incendio en el bosque de los cien acres. Un incendio provocado por el propio Christopher Robin quien había decidido quemar todo pues pensaba encontrar entre las cenizas el cuerpo de otro Christopher Robin, que había decidido quedarse escondido en aquel bosque para que otro Christopher Robin -que probablemente tampoco era el que había incendiado el bosque-, intentase encontrarlo, y gastase su vida de esa forma.

Ocurría así que el bosque se consumía totalmente y se transformaba de esta forma, mayormente en ceniza. Entonces, el Christopher Robin que lo había quemado recorría el lugar encontrando un gran número de otros Christophers, que habían muerto calcinados en una misma postura, que por lo demás no se especificaba.

No encontraba, sin embargo, en medio del bosque calcinado, ningún vestigio de Pooh ni de los otros animales amigos, cuya existencia había pasado, simplemente, sin dejar huella.

Por esto, la policía que llegaba al final de la historia no terminaba deteniendo a Christopher Robin. Después de todo, nada había resultado ser tan grave: el bosque volvería a crecer, no habían muerto animales, y los restos de cuerpos calcinados correspondían a la misma identidad de aquel que había comenzado el incendio, por lo que no podía hablarse de muertes ni de asesinatos, directamente, a la luz de una lógica estricta.

El escrito -que más o menos he resumido aquí arriba-, pasó de mano en mano entre los profesores que, probablemente de la misma forma que el policía de la historia, consideraban que el contenido de aquel escrito no era algo realmente grave; después de todo, el niño crecería y regularía su imaginación. Mientras tanto, no violentaba a nadie y su “extrañeza” no constituía, directamente, un riesgo para nadie.

Semanas después, por cierto, deberían retractarse de aquello que habían pensado y transmitido anteriormente.

Pero esto, por supuesto, es parte central del contenido, de otra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales