sábado, 25 de septiembre de 2021

Una contraseña.


Acordamos una contraseña. Por mutuo acuerdo la acordamos. Pero la olvidé. Nunca pensé que la olvidaría, pero así sucedió. De hecho, pensé que la recordaba hasta que un día sentí necesidad de usarla y descubrí que la había olvidado por completo. No sé por qué ocurrió de esta forma. Le he dado vueltas al asunto y no consigo asociarla siquiera con alguna pista o temática general. Al menos (y esta es mi única esperanza) estoy casi seguro que se trataba de una sola palabra. Puede no parecer algo importante, pero en el peor de los casos puedo ir probando una por una, con cada palabra, hasta dar con ella. Puede parecer algo exagerado, pero al menos me ayuda a pensar que el contacto puede volver a ser posible. Además, puedo descontar las palabras demasiado breves, aquellas que tienen de una a tres letras, por ejemplo, con lo que ya me ahorro bastantes. Lo único malo es que no puedo ir leyéndolas de corrido sino que debo hacer una espacio entre una y otra, para darle cierta solemnidad y carácter de contraseña a aquello que digo. Me refiero a estar consciente de querer establecer contacto y entonces decir cada palabra. Si le dedico tiempo puedo hacer varios cientos cada día y en algún momento daré con la indicada. Esa es la esperanza que me queda. Saber que la llave está ahí, digamos, en ese manojo gigante. Luego se abre la puerta y ya está. O ya está lo primero, digamos. Luego veremos qué sigue.

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