lunes, 20 de septiembre de 2021

Lo detuvieron por eso.

"Perdonadme partisanos.
Canto esto solo para aquellos
A los que les da igual quien gane la guerra."
L.C.

Lo detuvieron por eso.

Por decir que le daba igual quien ganaba la guerra.

Dijeron que era una postura antipatriótica y lo dejaron unos días en prisión.

Luego le ofrecieron retractarse del asunto, pero él no quiso.

Por lo mismo, tuvieron que juzgarlo.

No se defendió.

Tampoco se declaró culpable.

No comprendía de qué debía defenderse.

Simplemente escuchó la acusación y ratificó sus dichos.

Le daba igual quien ganara la guerra.

Antes de leerle la sentencia la jueza le habló de su padre que había dado su vida por la patria.

Parecía emocionada.

Él, cuando ella finalizó, le preguntó qué cuál patria.

No lo dijo con sarcasmo, pero la jueza se molestó.

Entonces, mostrándose ofuscada, agregó a los dos meses de prisión efectiva una multa que él no sería capaz de pagar, aunque vendiese sus pocas posesiones.

Pasó dos meses detenido en una celda común, de tránsito, con otros hombres que iban camino a ser juzgados por delitos menores.

No se hizo amigo de nadie aunque dos de los detenidos, que eran remisos y habían sido acusados de hurto menor, se comportaban con él como si fuese un líder.

Cuando salió de prisión, finalmente, la guerra ya había terminado.

Había sido una guerra menor, sin bajas de importancia y con destrucciones específicas, bien localizadas.

Una guerra limpia, habría dicho la jueza.

Ahora, probablemente vendría el periodo en que una nación mediaría para lograr apaciguar los ánimos y tratar de estabilizar las cosas.

Siempre ocurría así.

Funcionaba así, digamos.

Aunque nunca, ciertamente, funcionaba del todo.

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