jueves, 9 de septiembre de 2021

Mis propósitos.


De pronto, J. descubrió que el mundo estaba lleno de cosas a las que nunca le había prestado atención. Esto, que podría haber sido un gran descubrimiento o hasta un nuevo punto de partida en la vida de J., extrañamente no alteró su forma de ser en lo más mínimo. Lo tomó simplemente como quien descubre que dentro de la despensa hay un montón de latas en conserva, pero sin detenerse siquiera a ver las etiquetas de esas latas, ni mucho menos a entrar en contacto con su contenido.

Hice una pausa.

-¿Está bien si lo digo de esa forma? -le pregunté-, ¿con la imagen de las latas en conserva?

-No estoy seguro -dijo J.-, parece adecuado, pero... ¿puedes probar decirlo con algo que no sea necesariamente de mi propiedad?

-De acuerdo -dije yo-. Puedo intentarlo.

Fue como si J. se sintiera caminando por una especie de supermercado, y descubriese que cada pasillo estaba lleno de productos extraños cuyos funciones y sabores desconocía… rotulados incluso de forma incomprensible…

-Sí -me interrumpió J.-, así está mejor, pero cámbiale lo de “incomprensible”, pues pareciera que quedo de hueón…

-De acuerdo -le dije-, ¿alguna otra observación para terminar el fragmento de hoy? ¿Algo que quiera destacar antes de pasar a la historia propiamente tal?

-Sí -dijo J., muy atento-, me gustaría que destacaras más eso de que el descubrimiento no alteró mi forma de ser en lo más mínimo…

-Pero si eso es exactamente lo que dije -comenté.

-Sí, pero es necesario que de mí se desprenda confianza -explicó-, alguien que cambia simplemente porque su percepción cambia no resulta confiable, y tú ya conoces mis propósitos…

-Así es -le dije-. Los conozco.

Pasaron unos segundos.

-¿Sigues escribiendo entonces? -me dijo.

-Sigo -contesté. 

Pero en realidad no seguí.

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