domingo, 5 de septiembre de 2021

Al final de aquel paisaje.


Caminaba en silencio. Desde hacía un par de horas caminaba en absoluto silencio. Todo estaba lleno de árboles, aunque en esa dirección pensaba que debía estar el mar. Entonces, justo al final de aquel paisaje, vi a un chico con unos audífonos. Era extraño verlo ahí, parado bajo la lluvia en medio de la nada. Y además no tenía la actitud de estar escuchando sonido alguno. En silencio, mientras me acercaba a él, pensé que aquel chico era un fraude. Alguien parecido a mí, tal vez, que se había puesto los audífonos para escuchar el silencio, pero un silencio otro. Un silencio fingido, me refiero, más personal, pero igual de certero como el que podía sentirse en aquel sector. Probablemente ni siquiera sepa que es un fraude, me dije, mientras avanzaba. Entonces, me percaté que donde terminaban los árboles se alcanzaba a ver un acantilado, por el que no parecía correr viento alguno. Tal vez, pensé ahora, luego de ese acantilado estará el mar. Eso pensaba mientras observaba que todo seguía en silencio y resultaba de lo más extraño. Me refiero a que todo estaba suspendido, pero a la vez era algo así como un final. No era un suspenso, me refiero. No se trataba de un momento entre dos continuos. Era más bien un momento suspendido, pero así como está suspendido un ahorcado. Un ahorcado que ha pasado a ser un cuerpo colgado, nada más. Como un fruto seco, desde un árbol seco, me dije. Observé entonces al chico, con los audífonos. Frente a frente. Me fijé que estaba empapado. Totalmente empapado y sonriendo como si le hubiesen pedido hacerlo para una foto. Una foto que era de cierta forma el final, como decía antes.

-¿Es aquí? -le pregunté entonces al chico.

Pero él no contestó.

En cambio, de improviso, se dejó escuchar el mar.

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