domingo, 26 de septiembre de 2021

Un amo indiferente.


Tenía tres esclavos. Los había heredado de su abuelo. Para que tuvieran un techo les había dejado una zona del granero y los tenía ahí, simplemente, casi sin hacer nada en todo el día. Ya no trabajaba la tierra y estaba viviendo simplemente de las rentas de una herencia. A veces, uno de los vecinos iba a pedirle los esclavos. Por uno o dos días, simplemente, los pedían. Y es que sabían que no los utilizaba y querían arrendarlos o comprárselos, derechamente, si es que los dejaba a un buen precio. Él, sin embargo, se mostraba indiferente con sus vecinos de la misma forma como con sus esclavos. En principio le pagaba a una mujer, para que le cocinara, pero finalmente desistió de todo contacto humano. Solo vivían en su terreno él y sus tres esclavos. Él no les dirigía la palabra y se portaba indiferente con ellos. Los esclavos, en tanto, comenzaron a arreglárselas por su cuenta para comer. Quien sabe de dónde, pero consiguieron unas gallinas y hasta plantaron algunas cosas, en uno de los terrenos que ya nadie ocupaba. El amo los dejó hacer. Al principio estuvieron agradecidos de la indiferencia que este mostraba, pero poco a poco fueron molestándose con su actitud. Nos niega la existencia, llegó a decir uno, que había aprendido a hablar así luego de haber tenido tratos con un sacerdote, años atrás. En el fondo es peor que otros amos, concordaron todos, con el tiempo. De esta forma, los esclavos se volvieron altivos y mostraban también su indiferencia con el amo, aunque de forma forzada. Fingían que no le veían y ya ni siquiera agachaban la cabeza o bajaban el volumen de sus voces al cruzarse con él. Llegó así el día, en que los esclavos comenzaron a ampliar sus dominios, ocupando otras partes del granero y hasta metiéndose a la despensa de la casa grande, de la que llegaron a robar un par de botellas de whisky, sin que el amo los increpara ni pareciese darse cuenta de lo ocurrido. Una noche, sin embargo, la noche en que habían decidido por fin, los esclavos, hacer algo definitivo, entró el amo de improviso donde ellos estaban y los atacó con el hacha que ocupaban para cortar leña. Dos de ellos murieron de inmediato y el otro quedó consciente, pero desangrándose a un costado, observando cómo el amo estiraba los cuerpos sobre la paja y con un gran cuchillo curvo, comenzaba a quitarles la piel, aunque sin preocuparse de rasgarla. No supieron ser libres, dijo el amo, mientras comenzaba a arrastrar al tercero. Volvió a levantar el cuchillo. No comprendieron la gracia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales