martes, 7 de septiembre de 2021

Mis enemigos invisibles.


Me llamó la atención la chica por varias razones. Una de ellas, era que llevaba un extraño polerón en el que podía leerse la frase: PREGÚNTEME POR MIS ENEMIGOS INVISIBLES. Era un polerón liso, de un solo color, en el que contrastaba la escritura de aquella frase que, a pesar de aquello, no logré leer del todo en un inicio.

Probablemente era algo estúpido, una prenda genérica tal vez con una frase llamativa, pero como llevaba rato mirando a la chica -en parte por leer la frase-, y ella ya se había dado cuenta, decidí acercarme y explicarme ante ella.

-Disculpe -le dije-, solo estaba tratando de leer la frase que está escrita en su polerón…

-¿Y logró leerla? -me preguntó.

-Eh… sí, me demoré, pero la entendí al final.

-¿Y entonces?

-¿Entonces qué? -dije nervioso.

-¿No va a preguntarme por ellos?

La chica me miraba y hablaba de forma segura. Debo admitir que me intimidaba un poco.

Tal vez porque no atinaba a decir nada la chica abrió su polerón y me mostró una polera en la que estaba escrita exactamente la misma pregunta. También se subió una manga y me mostró el antebrazo, donde llevaba tatuada aquella misma interrogante: PREGÚNTEME POR MIS ENEMIGOS INVISIBLES.

-¿Son muchos? -le pregunté luego de un rato-. Los amigos invisibles, me refiero…

-El número no es lo importante -contestó ella.

-Claro… -atiné a decir-, lo complicado es que sean invisibles, ¿no?

-Tampoco -dijo ella, con un tono que sentí algo decepcionado-. Basta con que sean enemigos. Eso es lo difícil. La gente suele poner acento en las palabras equivocadas…

-Dígamelo a mí -comenté de paso-, soy profe de lenguaje.

Ella sonrió y miró hacia otro lado.

-¿Están ahora aquí? -le pregunté.

-Siempre -contestó-, aunque ahora están frenándolo un poco a usted, para que no se acerque lo suficiente.

Yo guardé silencio y analicé sus palabras.

Volví a mirarla y me fijé que llevaba un bolso en el que también tenía escrita aquella frase.

Parecía una persona desequilibrada, tal vez como yo mismo, en otra época.

Ya no me miraba ni intentaba seguir la conversación. Parecía simplemente mirar algo distante, en una dirección extraña.

-Creo que mejor me voy -dije entonces, luego de un momento-. Si puedo ayudarla de alguna forma puede decirme…

Como no contestó di media vuelta y comencé a alejarme. Me pareció que en ese instante ella comentó “ya se lo había dicho”, en voz baja, pero decidí no volver atrás.

Después de tordo era tarde y yo, al igual que todos, también tenía cosas por hacer.

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