domingo, 12 de septiembre de 2021

Otros textos (II)


Ayer contaba lo mismo.

A veces encuentro textos viejos. Pocos encuentro, porque no los busco. Además, no sé bien qué hacer con ellos, cuando los encuentro. Ni siquiera los leo completos. Observo las primeras palabras, y recuerdo. A veces, supongo, evito sensaciones.

Esta vez encuentro unos pocos de hace más de veinte años. No lo corrijo a pesar que se notan maltrechos. No los toco, digamos, para que ellos no me toquen a mí. Para que no me reclamen algo.

Dejo un par acá. Los últimos que dejo, supongo. El segundo es de época escolar, según recuerdo, de esos que se hacían para quedar olvidados.

Ya no sé.


El país del que nunca se habla.


Compran las niñas carteras y pinturas y escobitas

¡Qué digo!

Les compran

Se esconden en el cuarto de la madre

Y sacan a escondidas un viejo rouge del bolso

Y comienzan a esmaltarse la cara así como han visto a sus mayores

Hunden sus piececitos en los zapatos de tacos más altos que encuentran

Y con un collar que da a hasta seis vueltas en sus cuellos

Y con una cartera en cuyo interior hay un bolsillo secreto con dos preservativos

Dan vueltas por la habitación

Como polillas ante un montón de cenizas que se apagan


En ocasiones

La habitación es demasiado pequeña y para estar a gusto deben ponerse de pie sobre la cama

Y a veces se doblan los tobillos

Y no tienen donde asirse ahí en medio de la nada

Y mientras una, la pequeña, mira desde abajo a su hermana

Con los ojos brillantes y aplaudiendo pues cree que el equilibrio está hecho para ella

Siente el golpe seco de la cabeza de la otra rebotando contra el piso

Y el collar, de seis vueltas, enrollarse en los bordes de la cama


No sabe entonces qué hacer ella y está sola

Es la primera vez, de muchas, que lo sabe

Y sabe menos como untar sus dedos en el charco y repasarse los labios


Esto ocurre en Pensilvania en el 69

Hay fotos de los piececitos de una niña en unos zapatos altos

Trizados y desnudos como en tumbas demasiado grandes

Mientras en la calle la gente celebra porque el hombre ha pisado la luna

Ha dado un gran salto y su huella ha quedado estampada

Y aplauden

Y celebran

Y se abrazan


A la pequeña la encuentran después

Gateando con la cara embadurnada en rojo

Y la brillante cartera que le trajo Santa la última navidad y que tanta gracia le hizo sujeta en su mano

A duras penas logra ponerse de pie y buscar el aplauso de los otros

Porque ha crecido de pronto

Porque ella también es grande


Y aunque su foto apenas ocupe media página

En aquel diario especial dedicado a esa gran hazaña del hombre

A esas huellas estampadas en aquel desierto a cientos de millas de distancia

Aunque el nombre de Mary Penny Reilly se haya perdido desde entonces

Y solo queden otras huellas en la memoria de todos

En videos, en brillantes textos escolares

He aquí la huella humilde de ese grito

Que nunca sonó

O que nunca oímos



Un cuarto donde no da luz.

Toda casa tiene

Un cuarto donde no da luz

Yo vivo en esos cuartos


Llevo poco a poco mis supuestas pertenencias

Y las apilo frente a las murallas

Como si quisiese incluso

Eclipsar posibles grietas


Lleno de libros

Imágenes

Películas con un desenlace que sólo yo conozco

Lentamente el espacio se reduce

Y te cobija

Tanto así que a veces buscas apoyar tu rostro

Contra aquellas cosas

Como si pudiesen de alguna forma acariciarte


A veces incluso te acurrucas en el centro

Y lloras profundamente como si aquello sirviese para algo


Así se pasa el tiempo


Hoy me preguntan (desde fuera)

Para qué tanto dolor

Para qué perder el tiempo en aquellos cuartos donde no llegan luces

Como si un hombre sediento bajase hasta el fondo de un pozo

Enteramente seco

A esperar un poco de agua


Y entonces yo no sé que responder

Solo sé que siento sed

Que mis ojos se han secado


De verdad es poco lo que sé


Yo sólo busco brazos

Que hacia mí se extiendan

Y me abracen

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