domingo, 19 de septiembre de 2021

Odio dormir, me dijo.


-Odio dormir -me dijo-. Puede sonar exagerado, pero es lo que siento. De todas formas, no es el dormir en sí mismo lo que odio, sino algunas consecuencias de este acto. Tal vez tú no lo has notado o creas que no ocurre de esa forma, pero lo cierto es que cuando estás dormido puede suceder cualquier cosa. Y no me refiero a tu mundo interior ni a lo vulnerable de tu estado de consciencia ni a nada de eso. Yo hablo aquí de lo concreto. Del mundo real, digamos. De aquello que está fuera de ti, cuando duermes. Tu espacio. Tus cosas. Tu entorno, en definitiva. Por eso es que acostumbro revisar todo, día tras día, al despertar. Minuciosamente lo reviso. Y es que desconfío, digamos, del periodo en que duermo. Algo no está bien, cuando entro en ese estado, aunque no sepa decir qué. Algo se descoloca en esos momentos. Es raro en todo caso, pues me ocurre solo algunas veces. Cuando duermo y no sueño, para ser específico. Así, mi impresión es que si sueño y luego despierto no hay problema alguno, pero en cambio, si duermo y no sueño, tengo la impresión que ha ocurrido un engaño, y es entonces cuando siento que pudo pasar cualquier cosa y comienzo a revisar mi entorno, buscando algún indicio. Entonces, concluyo que mis acciones internas, pueden tener un correlato externo del que no he participado conscientemente ni he sido testigo. Un correlato que no quedó registrado en el sueño y por tanto es susceptible que haya ocurrido fuera de él, en mi espacio cotidiano…

-De acuerdo -le dije, apenas hizo una pausa-. Pero, ¿por qué me cuentas esto?

-No sé… -contestó-, pensé que podía interesarte, como te gusta leer y todo eso…

-No me interesa -le dije, cortante.

-Pero entonces… -intentó decir.

-Entonces supongo que es más fácil llamar poesía a la oscuridad -interrumpí-. Eso es todo lo que pasa.

Pasaron unos segundos. 

No dijo (o no escuché) nada más.

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