martes, 30 de junio de 2020

Hacer lo que se pueda.

"Quería escribir algo así
como la historia de la humanidad
en un número primo de palabras
sin que nadie se dé cuenta"
O. W.

El mar se agita
el cielo suena…
¿y qué hace el hombre?

Seré honesto:
por sí mismo nada.

Vive y muere,
simplemente,
hablando bajo
y moviéndose poquito.

Siglos después,
sin embargo,
para no ser menos
fabrica el automóvil.

No contento con eso,
se sienta en él
y le pone un motor ruidoso.

Entonces,
como el mar se agita
y como el cielo suena,
el hombre construye caminos
para hacer rugir el auto.

De esta forma
si Dios lo ve pasar,
el hombre cree
que admirará su velocidad
y pensará que su voz retumba
como una orden.

¡Qué torpeza…!

¡Es chistoso el hombre,
visto desde la altura!

Acelera.

Dobla a la izquierda.

Gira a la derecha.

Pero sobre todo acelera.

Orgulloso,
intenta el hombre
contradecir su propia suerte,
improvisar, tal vez,
mientras avanza,
pues piensa que ser libre
es hacerlo de esa forma.

Doblar a la derecha cuando debía hacerlo a la izquierda.

Girar a la izquierda cuando debía hacerlo a la derecha.

Eso es lo que intenta el hombre,
pero es incapaz,
a fin de cuentas
de reconocer incluso
su primer pensamiento.

Mejor acelera, simplemente.

Sin doblar y sin saber,
realmente,
a dónde dirigirse.

No quiere el hombre llegar a Dios.

No quiere el hombre llegar a sí mismo.

No quiere el hombre llegar hasta otros hombres.

Así,
mientras el mar se agita
y mientras el cielo suena
el hombre simplemente
construye utilería.

Apaga su voz.

Se olvida de sí mismo y de los otros.

Y llama amor a cualquier cosa.

Si he de estrellarme, ese es mi destino,
dice el hombre.
Sepulturero y cadáver, mientras habla.

Solo entonces el árbol aparece.

Bruscamente, como salido de la nada.

Este árbol.

Aparece.

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