domingo, 14 de junio de 2020

Un pulpo en una botella.


Llegó a la escuela con un pulpo en una botella.

El pulpo estaba vivo, por cierto.

Entonces se reunió con sus amigos e intentaron que el pulpo se pasara a otros recipientes.

Era un pulpo pequeño, de un tono rojizo, con manchas.

De vez en cuando le echaban agua, para que sobreviviera.

Pasó por varias botellas y finalmente lo guardaron en un termo, que era un poco más grande.

Lo dejaron a medio cerrar y entraron a clases.

Solo se descuidaron unos minutos, pero cuando miraron vieron que el pulpo ya no estaba.

Se hicieron señas y comenzaron a buscar por la sala.

No le dijeron al profesor de qué se trataba, pero él comprendió que se trataba de algo vivo.

Una mascota pequeña, pensó, tal vez un hámster... y los dejó buscarlo.

No había muchos sitios para esconderse y además sin agua no pensaron que podía ir lejos.

Por momentos se sentían algo tontos, buscando, pues no creían que un pulpo pudiese desplazarse de esa forma.

De hecho, varios pensaron que el que había llevado el pulpo los estaba engañando, y lo había escondido en otro sitio.

Antes que llegara el recreo ya se habían cansado de buscar.

Había un estante al lado del profesor, pero para llegar a él, el pulpo habría tenido que pasar por el medio de la sala, a la vista de todos.

Por lo mismo, desecharon esta opción y pasaron a otra cosa.

Tal vez cada uno pensó que algún otro lo tenía escondido. No lo sé.

Simplemente pasaron de una clase a otra clase hasta que terminó el día.

Cada clase como una botella en la que ellos entraban y luego cambiaban a otra, sin más.

No volvieron a hablar del pulpo.

Un día ellos también desaparecerían, pero preferían no pensar en ello.

Es más fácil, supongo, de esa forma.

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