sábado, 27 de junio de 2020

Ocurría así:


Siempre que pasábamos la octava cerveza nos quedábamos en silencio, hasta que ella lanzaba una pregunta que aparentemente no venía a cuento.

-¿Sabes por qué Caballo Loco tatuó unos rayos en las orejas de su caballo? -preguntó esa vez.

-¿Caballo Loco? ¿De qué estás hablando…? -dije yo.

-Caballo Loco, el jefe Sioux… no me digas que no lo conoces…

-Sí… o sea, ahora recuerdo quién era… pero no entiendo la pregunta… ´

-Te pregunto si sabes por qué Caballo Loco tatuó unos rayos en las orejas de su caballo…

-¿Es un chiste…?

-No. Una pregunta, nada más. ¿Sabes o no sabes?

-No... No lo sé -admití.

-Lo hizo para acordarse de no detenerse a recoger el botín de la batalla… Él creía que siempre ganarían si eran capaces de atacar y no detenerse a recoger objetos de valor y perdieran de vista lo importante…

-¿Y los rayos en las orejas…?

-Le servían para eso, para que le recordaran que no debía detenerse por el botín…

-Ya… -dije yo, sin saber qué agregar.

Nos quedamos nuevamente en silencio, por un rato.

-Pero tú no tienes caballo -agregó ella, repentinamente.

-No -admití-. No tengo caballo.

-Ni tampoco botín -dijo entonces, riendo.

-Tampoco botín -reconocí y me dio risa también.

Luego pedimos la novena cerveza.

Y así era, más o menos, como pasaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales