domingo, 21 de junio de 2020

Dos.


I.
Subimos un gran Quijote de metal por escaleras angostas. Lo llevamos hasta un lugar más cerrado, pero en el que probablemente se encuentre a sus anchas. Nos costó bastante, pero al final solo quedamos con un poco de dolor de espalda y unos pequeños cortes en las manos. Nada grave, por cierto. En el proceso se desordenaron otras cosas y, como siempre, se agregaron pendientes a la lista. No son tantos, de todas formas. Sumando y restando puedo decir que valió el esfuerzo. Después de todo, que alguien encuentre su sitio no es poca cosa, hoy en día. Yo mismo, si soy sincero, sigo con la esperanza de alguna vez, encontrar el mío.

II.
En la mañana había salido a dejar unas cosas. Una salida breve, por supuesto, pues la situación no da para más. Ya en el lugar, me quedé ayudando un poco pues estaban algo atrasados. Mientras lavaba unas cosas escuché a una abuela ofrecerse para picar las cebollas. Comentó que le gustaba hacerlo pues aprovechaba el momento para llorar por otras cosas, sin tener que disimular. Algunos rieron mientras ella explicaba que había que aprovechar las oportunidades. Una herida para gritar otros dolores o hasta un chiste que no entiendes, para reírnos de otras cosas. Me quedé pensando en el asunto y tal vez fue eso lo que me llevó a mover el Quijote, horas más tarde. Nadie puede decirme, por cierto, que fue un error.

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