viernes, 24 de mayo de 2019

El limpiador de luces.


Como no tenía trabajo y el lugar parecía propicio el hombre se acercó a la casa y pidió hablar con el mayordomo.

Poco después el mayordomo llegó. Era un hombre mayor. Bien vestido. Un típico mayordomo, digamos, para no alargar el texto.

-Quisiera ofrecerme para limpiar sus luces -dijo el hombre, antes incluso de saludar o presentarse como es debido.

El mayordomo lo miro sin entender aún qué quería.

-Me refiero a las luces de la casa -explicó el hombre-. Creo que lo he dicho mal. He visto los corredores y los pasillos externos llenos de lámparas colgantes y creo que puedo volverlas más efectivas.

-No necesitamos a nadie -dijo el mayordomo-. Las lámparas encienden y están bien.

-Puede que no estén mal, señor -agregó el hombre-, pero siempre es bueno cambiar los focos… sacarlos y limpiarlos, para que la luz siga limpia…

-Los focos se sacuden todos los meses. Vuelvo a reiterar que no es necesario.

-Las luces requieran ser tratadas por alguien en particular -siguió diciendo el hombre-, y de forma más seguido… no es llegar y sacarlas en cualquier momento… hay una temperatura adecuada para ello, por ejemplo…

-¿Una temperatura? -preguntó el mayordomo, interesándose un poco.

-Así es… esperar que los focos se enfríen por un lado y que la diferencia con la temperatura ambiente no sea demasiada… ya sabe usted, señor, la luz es más calor que luz… hay que saber manejarla…

-Comprendo y veo que conoce del tema… -lo interrumpió el mayordomo-, pero no hemos tenido problemas con las luces, y creo que podemos seguir así…

-Por supuesto -aceptó el hombre-, todos podemos seguir así… y por eso es que las luces se ensucian… lo importante es limpiar los focos, para que la luz llegue hasta nosotros con la mínima interferencia posible… una mala luz puede transformar lo que vemos y confundir nuestras percepciones… lo mínimo que la realidad requiere es ser vista como es, y no…

-Disculpe que lo interrumpa nuevamente -dijo entonces el mayordomo-. Creo que ya le dije que no necesitamos a un hombre que limpie las luces… Y le agradecería que me dejase seguir con mis labores.

-De acuerdo -dijo el hombre-. Pero no limpio las luces, sino los focos… pero supongo que para usted diferenciar aquello pueda resultar difícil… Para usted y para todos, por supuesto, no quise ofenderlo. De hecho, esa es la raíz de un mal más grave de lo que parece…

-Podemos quedarnos con ese mal señor -dijo finalmente el mayordomo-. Hemos podido vivir con él todo este tiempo. Ya ve que no se trata de un mal tan maligno…

-No existe mal pequeño, señor -dijo el hombre, mientras veía alejarse al mayordomo-. Que tenga usted buenas noches.

Nadie le contestó.

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